viernes, 31 de octubre de 2008

La última

La última entrada que os publico desde el campo. Se la quiero dedicar especialmente a Hadasita, y a mis alumnos de lengua. El lunes os lo pregunto, jajaja. Al resto -sobre todo a los de mi generación- seguro que también os gusta. Un besito a todos. Nos vemos en la ciudad.

domingo, 26 de octubre de 2008

Dos vueltas a la misma rotonda

Hadasita, Carry y yo estamos haciendo las maletas de nuevo. Nos volvemos a la ciudad. No hemos querido decirlo en voz alta antes, porque no teníamos muy claro qué exactamente era lo mejor para nosotras. De hecho, hasta mañana no decidiremos definitivamente la casa en la que vamos a vivir los próximos años (aunque ya tenemos una idea bastante definida). El campo está de lujo, pero tiene sus inconvenientes: hay más árboles, pero menos gente. Mi peque está radiante -echa mucho de menos a sus amiguitos- y Carry no entiende nada. Supongo que es la que más lo va a sentir.

Cuando, hace 4 meses, desmontamos la casa en tropocientas cajas para venirnos aquí, lo hicimos llorando a moco tendido. Ahora estamos pletóricas: cantamos, bailamos, reimos, y cada "última vez" es celebrada con alivio (la última vez que cogemos este metro; la última vez que tendemos aquí las sábanas, para recogerlas empapadas por la lluvia 8 horas después; la última semana de pegarnos el madrugón padre para llevar al cole echando el hígado; la última vez que tenemos que salir de casa después de comer para estar en Misa a mitad tarde...).

Este veraneo largo en el pueblo, estas dos vueltas a la misma rotonda que hemos dado más o menos tontamente, nos han servido para al menos dos cosas: para descubrir entre la gente que nos rodeaba a los verdaderos amigos, esos que saben permanecer en las duras y en las maduras, en la cercanía y en la distancia. Y para darnos cuenta de lo afortunadas que éramos con algunas cosas que no agradecíamos porque dábamos por supuestas (hay que irse a Nicaragua para valorar una ducha, y venirse al campo para apreciar la vivencia comunitaria diaria de la fe que teníamos en mi parroquia, por ejemplo). Sólo por esto ya merece la pena. No puedo decir que haya sido tiempo perdido, porque es mucho lo aprendido y, por tanto, lo madurado. A la primera vuelta no ví la salida, pero a la segunda he encontrado el cartel bien clarito...

sábado, 25 de octubre de 2008

Cediendo el paso

Hace unos días fui al cine, a ver una película de la que no comento nada, porque no vale la pena. Pero en el camino me encontré con este ceda al paso tan original que os cuelgo. Me llamó tanto la atención que paré a fotografiarlo. Es curioso, porque yo no tengo carnet, así que no presto atención a las señales de tráfico: simplemente me dejo llevar. Pero ésta me hizo gracia.

Es la segunda señal que cuelgo aquí blog. La primera era un prohibido el paso a los amores altamente peligrosos. La segunda es todo lo contrario: un ceda el paso al buen humor; a las bromas simpáticas; al reirse de uno mismo quitando hierro a los problemas; a la vida que se nos cruza a veces y nos hace dar dos vueltas seguidas en la misma rotonda. Cedo el paso a los buenos amigos -los que estuvieron, los que se vinieron, los que seguirán ahí-; a los intentos, de los que tantísimo se aprende; a la sencillez, hermana pequeña de la paz. Y para celebrarlo, esta noche dormiré una hora más, porque así lo quiere mi Padre Dios. Y mañana amanecerá domingo...

miércoles, 22 de octubre de 2008

Nunc Coepi! (III)

Cuando he salido de casa esta mañana era de noche. La luna ya no está tan llena como la semana pasada, pero sigue teniendo un no sé qué mágico que me encanta. De bus en bus y tiro porque me toca, a las 8 ya estábamos de examen en bachiller. Y luego, por megafonía, una bonita reflexión a modo de oración de la mañana. Era algo así como la historia de un hombre que se perdió en una isla; al final se lo monta para sobrevivir y construye una casita. Pero se produce un incendio y se le quema. El señor se enfada, como todo hijo de vecino en su situación, y suelta el tan recurrido "¿¡Por qué a mí!?". Al día siguiente llega un helicóptero a rescatarle. El hombre pregunta: "¿Cómo me habéis encontrado?", y le responden "porque vimos las señales de humo que hizo ayer". Conclusión: cuando sientas que tu casa se quema, piensa que la ayuda del Buen Dios anda cerca. Precioso. Y real, como la vida misma.

Acto seguido, hora libre: y como los peques tenían Misa en la capilla me he podido unir (¡no os podéis ni imaginar hasta qué punto se puede echar de menos la Misa entre semana!). En el recreo, amigo invisible con las de 3º: unos soletes de tomo y lomo, además de unas cocineras estupendas. ¡Tengo que aprender a hacer esas madalenas!.

Más clases, más exámenes, y amistad de la buena en el profesorado. Y empieza a refrescar, ¡por fin!. A lo mejor va y resulta que sí, que después de echar humo hasta por las orejas alguien -movido por el Buen Dios- ha visto las señales, y se acerca el fin del fin, o sea, el principio del principio. De entrada, hago un lavado de cerebro y malos rollos. Es justo: hoy no me puedo quejar. He llegado a casa: está lloviendo. Y aprovechando que nadie me escucha , que no hay peligro de que me tomen por loca, he gritado a pleno pulmón un "nunc coepi!" que seguro traerá cola...

martes, 21 de octubre de 2008

Equivocaciones

Me he equivocado en muchas cosas. Seguramente no más que cualquier otra persona. Pero yo siento la llaga bien abierta, porque las últimas decisiones han sido todas erróneas (con una excepción brillante: ¡NICARAGUA!). Y eso daña el orgullo, y el ánimo. Echo de menos mi vida, la que dejé hace unos meses. Esos "mis" en general, la estabilidad que dan las pequeñas raíces que echamos.

Me equivoqué. Y que sea "El pensamiento negativo" el que saque el lado positivo del tema no deja de tener ironía. Dice así: "Equivocarse no es hacerlo mal a conciencia. Es más bien tomar un riesgo y sufrir su no-éxito.(...) Equivocarse implica romper, cortarse, sufrir, mirar, reflexionar, curarse, y tener la oportunidad de volver a construir algo nuevo que sea mejor que lo anterior (...) es tener la oportunidad de aprender".

Cuando emprendes un camino y te das cuenta que lleva derechito a un muro, ¿queda otro remedio que dar media vuelta y buscar otra vía? Una cosa sí he tenido la oportunidad de aprender: que por aquí no es. Dios dirá por dónde.

Como decía Angelito en su comentario de esta mañana, citando a mi amigo Migueli: "¡Sin rendición!"

domingo, 19 de octubre de 2008

Disculpad...

... pero a veces la vida se complica. La mía de las últimas semanas no está siendo especialmente buena. El tiempo se me come, y el cansancio también. Tendréis que tener un pelín de paciencia conmigo. En breve me reengancho de nuevo a escribir, lo prometo. Y aprovecho para repartir besitos, y robaros oraciones, que nunca están de más.

viernes, 17 de octubre de 2008

El pensamiento negativo

Hay un hombre que me tiene confundida. Desde hace tiempo. Es de los poquitos que han conseguido que yo me sentara más de media hora seguida delante de la caja tonta. Con lo que queda más que demostrado que ha despertado mi interés. Suele ocurrirme con los hombres inteligentes, al márgen de que esté o no de acuerdo con sus ideas.

La semana pasada me regalaron su libro. "El pensamiento negativo", de Risto Mejide. Lo tengo prácticamente devorado. Y aunque hay algún capítulo que yo tiraría directamente a la basura, no puedo dejar de recomendarlo. Ha conseguido hacerme reir, llorar, enfadarme, disfrutar, y sobre todo pensar. Pocos hombres han sacado tanto de mí en tan poco tiempo.

Imagino que si Risto leyera lo que voy a poner a continuación se quedaría pasmado. Porque entre sus cientos de frases de oro, he encontrado una que incluso me ha servido para hacer hoy mi oración de la mañana. Él escribe así: "Si ella está, las cosas son. Y si no está, sólo hacen de punto. Y. Seguido. Entre. Tantos. Espacios." Cambio el "ella" por "Él" -así, con mayúscula-, y no tengo más que añadir el ruego de aquellos de Emaús: "¡Quédate con nosotros!" (Lc 24,29). Probablemente la mejor oración que he hecho en muchos días. De negativo nada. Gracias por el cable, Risto Mejide.

martes, 14 de octubre de 2008

Nostalgia

Este puente hemos estado en Riópar, y entre otras maravillas (como el nacimiento del río Mundo), me he encontrado con mi gente de Nica. Aquí una foto, para que veáis qué reguapa es esta peña. He vuelto muy nostálgica, la verdad. Pero pensándolo bien, me siento afortunada por ello. Hay una película de Fernando León que se llama "Princesas". Tiene frases de oro. Una de ellas habla de esto... Dice: "Es rara la nostalgia, porque tener nostalgia en si no es malo, eso es que te han pasado cosas buenas y las echas de menos". Yo tengo una nostalgia aguda de Nicaragua. Probablemente porque haya sido de lo mejorcito que me ha pasado en toda mi vida. En el viaje de vuelta tuvimos un pequeño accidente de tráfico: nuestros ángeles de la guarda hicieron bien su trabajo, y volvimos sanos y salvos. Pero cuando te ves tan cerquita de cruzar la Meta, inevitablemente surge el balance. Yo le agradezco a Nicaragua haberme sacado tanto amor... porque sólo el amor cuenta, porque sólo sobre el amor seremos juzgados.

viernes, 10 de octubre de 2008

De puente

Dios sabe más.
Por eso, después de haber sobrevivido con mediana dignidad a septiembre, me regala un puente. Será que me hace falta.
No me importa que esté lloviendo, porque lo que voy a ver brilla con luz propia.
Es otro reencuentro Nica. Un brindis a la amistad.
El domingo os cuento. Aunque puedo adelanterme -sin riesgo a equivocarme- y decir que es estupendo sentirse acogido, querido, respetado, mimado por personas de un nivel humano como el que tienen mis hermanos de nacionalidad española y corazón nicaragüense.
Marcho donde nace el Mundo.
Envidiarme. Tenéis motivos.

jueves, 2 de octubre de 2008

Los colores de la selva

Hace un par de días un amigo me pidió que le describiera el famoso "verde-nica" del que tanto hablo. Se me quedó grabado en la retina, y lo echo de menos lo indecible. Intenté compararlo con algo, y no se me ocurrió con qué. Mi camiseta de Snoopy es mucho más fosfi, el verde de los pinos más apagado, el césped de mi jardín más amarillento, las hojas de las palmeras mucho más oscuras... El verde nica es intenso, frondoso, llenito de vida, de luz hasta en los días nublados. Al menos visto desde una pickup. Porque si te metes en él a pie, descubres que esconde otros mil colores que no se perciben desde el camino. Colores que aquí tampoco se entienden. El morado pitalla es bestial, el naranja mango, el rojo zapote, el verde café, el marrón cacao, ese blanco coco más rico que el de la perla o el marfil... Y si te atreves a adentrarte todavía más, encuentras el negro más radiante que existe en el mundo: el de los ojos de los niños que sobreviven en aquellas comunidades, protegidos tan solo por la pura Providencia.

Cuando estuve en aquellas tierras, una amiga me pidió que le describiera la ciudad que me ha visto crecer. Otra selva, pero bien distinta. No sabía cómo explicarle que aquí las personas suelen vivir en pisos, unas encima de otras; y que lo normal es que no se conozcan de nada, ni siquiera el nombre. Y me doy cuenta que hay colores que ellos jamás entenderán, como el verde-pizarra de cole, o el naranja mandarina, o el colorado gazpacho, o el azul piscina, o el negro asfalto, o el amarillo champagne... Imagino que el mismo susto que pasé yo la primera vez que se nos cruzó una vaca por la carretera la pasarían ellos si se les cruzara un tranvía. Tal vez temblaran con la música que sale a golpe de máquina y luces intermitentes de los pubs nocturnos. Y alucinarían con las fuentes con agua potable en medio de pequeños jardines artificiales con columpios, y los escaparates de las zapaterías con botas de mujer hasta la rodilla. Porque ¿cómo explicar en Nicaragua, donde los inviernos se pasan rozando los 40º, qué es un abrigo, una bufanda, unos guantes?. Y me pregunto... si se atrevieran a adentrarse un poco más en nuestra selva, ¿descubrirán -por ejemplo, en cualquiera de las aulas donde doy clase a diario- ese negro radiante brillando en el fondo de los ojos de nuestros niños?

Sorpresa: hay un color que todos entendemos igual. El rojo de la sangre de una herida; la sangre caliente, latina, que lanza el corazón a una velocidad abrumadora por nuestras venas llenándonos de vida... por pura Providencia.
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