viernes, 31 de diciembre de 2010

Un 9 para el 10

Se nos acaba. Quedan poquitos minutos.
Estábamos en el sofá, envueltas en una manta naranja, Tesa, mi Hadasita y yo. Y nos hemos puesto a recordar todas las cosas buenas que nos ha traído el 2010. Lo cierto es que no ha estado nada mal...
En el 2010 hemos seguido juntas las tres.
En el 2010 la salud ha ido a mejor, mes a mes.
En el 2010 no nos ha faltado de nada, y además hemos aprendido a ahorrar un montón.
En el 2010 empecé mi segunda carrera, y aprobé mis 4 primeras asignaturas. Tesa aprendió nuevas palabras, como "corre" o "sube", y Hadasita triunfó en el cole.
En el 2010 dejé de fumar. Y descubrí que Tesa huele a perro.
En el 2010 cambié mis clases por otras, mucho más reducidas pero mucho más importantes, y he vuelto a ir al trabajo contenta.
En el 2010 tuve un encuentro con Dios muy fuerte por medio de mi tío Juan Luis, quien empezó a cuidarme por dentro... y desde entonces hay quien dice que estoy más guapa por fuera.
En el 2010 empecé a preparar el corazón para el amor, que llegará... puede que ya, en el 2011...
En el 2010 aprendí muchas cosas, casi todas de mi peque.
En el 2010 me he sentido mucho menos sola...
En el 2010 hemos jugado mucho más, hemos dormido mucho mejor, nos hemos abrazado como locas, sin ton ni son, a cada rato.

No le pongo un 10 por las lágrimas, que también han sido muchas, demasiadas todavía.
Pero le concedo un 9 a este 2010. Un más que digno 9.

Gracias a Dios por tanto bueno.
Gracias por poder ver las cosas y dar gracias.
Gracias, porque la vida sigue, hoy, y mañana, y con ella esta historia de providencias, de proyectos, de sueños, de experiencias que nos hacen ser quien somos.
Sea año viejo o nuevo, gracias por la oportunidad del hoy. Y que no me falte la ilusión ni la fuerza para dar de nuevo estas mismas gracias mañana por la mañana.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Christmas

Yo no hablo inglés. Pero sé algunas cositas. Como que Navidad se traduce Nativity. Y es una palabra que habla de lo que habla: de un nacimiento, uno suficientemente especial como para dividir la Historia en dos.

Ahora entiendo muchas cosas. Nos ha llegado el tiempo de christmas a nuestras calles, a rellenar el hueco que la Nativity dejó en los corazones de las personas que no creen en Dios pero que necesitan seguir creyendo en lo mejor del hombre. Este concepto no habla de nacimientos, pero sí de fiesta, de reunión familiar, de regalos, de solidaridad, de luces, de dulces, de recordar buenos momentos, de hacer propósitos para el año que comienza, de cantar canciones y llenarnos de nostalgia pensando en el niño que fuimos...

Pues feliz christmas. Sí. Muchas felicidades. Porque si cierras los ojitos y vuelves atrás en el tiempo, a cuando nadie sabía bien quién era Papá Noel pero todos esperábamos casi al borde de la taquicardia a los Reyes Magos; cuando la casa se iluminaba con un árbol y sonaban las panderetas "que esta noche es Noche Buena y mañana Navidad"; cuando el peque de la casa eras tú... recordarás que, en algún rinconcito de la salita, alguien colocaba un Belén, y tú mirabas al Niño, y no entendías que se pudiera temer a Dios... Si cierras los ojitos estas fechas de christmas y recuerdas, seguramente todavía te quede mucha Navidad.
(dale al play)

martes, 28 de diciembre de 2010

Gracias

Se me ha ocurrido pasar por el contador de visitas.
Y se me ha acelerado el pulso cuando he visto:



¡La de historias que han pasado desde que abrimos este blog!
Por aguantarnos lo que escribimos, y esperarnos cuando no escribimos.
Por animarnos a compartir. Por forzarnos a caer en la cuenta de las cosas.
Por vuestra compañía, gracias... 90.000 gracias.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Cuando la nena nos mira

Cuando la nena nos mira, ¿qué es lo que ve?
¿Qué piensa que piensa Tesa? ¿Qué piensa que pienso yo?
¿Cómo se siente con nosotras? ¿Cómo se sentiría sin nosotras?
¿Me ve tan mayor como me veo yo? ¿O quizá más?
¿O me identificará como a una niña, como a alguien parecido a ella?
Tesa, ¿es sólo un peluche que se mueve? ¿una muñeca que regala besos?
¿O es el animal doméstico que Dios pensó en el Génesis, antes de la creación del hombre,
para que alegrase la vida de nuestro hogar?
¿Echará de menos Hadasita un papá, o una mamá, o más hermanitos?¿O más perritos?
¿Se sentirá sola? ¿Qué será la familia para mi peque?
Cuando la nena nos mira, ¿nos ve sólo a nosotras? ¿Cómo hacer que perciba que somos sólo una pequeña representación de toda la gente que la quiere y acompaña?

Alrededor del Portal de Belén, este año, he puesto una cartulina con fotos.
Fotos de los pastores del siglo XXI. De los que descaradamente pertenecen a nuestra familia.
No todos viven en nuestra casa, pero todos son familia. Y hay muchos más que no he puesto, porque no tengo foto.
Y ahí está Tina, y Tocha, y Fuz, y Paula, y Ángel, y CJ, y Jesús, y Sheyla, y Raquel...
Le he pedido a Hadasita que nos haga una foto (aquí os la cuelgo).
A Tesa casi la corta. Pero ha salido bastante bien.
Nosotras también queremos estar en esa cartulina, bien cerquita del portal.
Bien cerquita de Dios y de los hermanos.
A la peque la he puesto en una ella solita, tan contenta por fuera como espero que esté por dentro.
No os la cuelgo porque es menor (le he pedido permiso, pero dice que le da mucha vergüenza, jeje).

Creo que guardaremos la cartulina para el año que viene. Porque cabe mucha más gente.
Y la Navidad no es Navidad sin Comunión.
Porque en Navidad, el Hijo nos hizo hijos de Dios...


sábado, 25 de diciembre de 2010

¡Felicidades!

Porque Dios está loco.
Está loco a lo grande.
Loco de amor por tí.
Y para enseñar lo importante
ha nacido Chiquitín.


Atención: Dios Poderoso
llora y llora sin cesar.
Nuestro Dios tiene hambre y,
como media humanidad,
para que le den lechita
está teniendo que llorar.


Duerme Diosito cansado.
¡Dios cansado de verdad!
Padres, hijitos y yayos:
descansad, que es Navidad.
La noche mala ha pasado.
Y un Niño nos ha salvado:
el que duerme en un portal.


Cantar, querer, trabajar,
escribir, reir, llorar,
la zambomba y los deberes,
o escribir carta a los Reyes...
Que si Dios durmiendo está
será que todo lo humano
se puede santificar.


Y aunque me vaya la prosa
mucho más que el verso escrito,
como hoy es Navidad
y os quiero felicitar,
os lo pongo en poesía
y os dejo que os divirtáis.


¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

jueves, 23 de diciembre de 2010

ya, pero todavía no...

- ¿Y cuándo lo veremos?
- No estoy segura. No creo que tengamos que esperar ya mucho.
- ¿Tú lo sientes?
- ¡Cada día más!
- ¿Se mueve mucho?
- ¡Mucho!
- ¿Y no te pesa?
- Algún ratito. Pero estoy tan contenta que en seguida se me pasa y vuelvo a sentirme ligera. Aunque claro: con Él tengo que cuidarme más. No puedo hacer cosas peligrosas.
- ¡Pero si tú nunca has hecho nada peligroso!
- ¡¿Cómo que no?! ¡Me casé contigo!...

Se escuchan risas...
José abraza a María.
Y en el invierno de los siglos estalla una intensa primavera.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Detrás de la montaña

El profeta abre el balcón, se asoma a la calle y grita con todas sus fuerzas: "¡¡¡Preparad el camino al Señor!!!" (Lc 3,4). Y por más altos que pongamos los villancicos, siempre habrá alguien que escuche, como en un sueño, su eco. Alguien que mire hacia arriba, buscando de dónde viene esa voz. Es un ejercicio peligroso: si buscas puedes encontrar cosas. Cuentan por ahí las abuelas que unos Magos, de tanto mirar, dieron con una estrella, y tuvieron que emprender un viaje inesperado que les cambió la vida para siempre.

Yo me asomo a mi ventana y veo... la ventana del edificio de enfrente. Detrás de ese edificio sé que hay otro, y detrás otro, y otro más... lo que no sé es hasta cuántos. Pero sí sé que en algún momento las luces cesan, los ruidos también, la gente desaparece, y los edificios, y queda la montaña. Una austera, alta y poco prometedora montaña que no me deja ver lo que hay detrás. Y que, con el frío y la noche, no me apetece nada subir.

Sé que esa montaña existe. Aunque no tenga nombre propio. Aunque no aparezca en los mapas. Es mía, en exclusividad. Tengo experiencia bien concreta de ella. El eco del profeta muere a sus pies. Miro hacia arriba y no veo más que metros de tierra, mi tierra. Debe haber treinta y tantos, al menos uno por cada año vivido hasta aquí. Y están compuestos por un sinfín de "me acuerdo de", "cómo me duele que", "yo ya no merezco que", "no puedo olvidar que", "siento que a mí no", "y por qué a mí", "es que yo sola no", "a estas alturas ya no", "la realidad es la que es"... y por un "que sea lo que Dios quiera" que suena más a rendición que a abandono confiado.

Mi Dios quiere vivir mi vida conmigo. Y una enorme montaña de sentimientos oscuros almacenados adviento tras adviento se ha levantado en medio, demasiado indiscreta como para ignorarla más. Abro los ojos, y desde algún balcón no muy lejano el profeta grita: "Que se abajen los montes... Y todos verán la salvación de Dios" (Lc 3, 5-6). ¿Cuántas veces detrás de la montaña está la aurora?...

"Si tuvieras fe como un granito de mostaza le dirías a esa montaña: quítate de aquí... Y lo haría" (Mt 17,20). Y sería Navidad.

martes, 7 de diciembre de 2010

La gallinita ciega

Hay un juego de niños que, aunque parezca mentira, no precisa pantalla, ni mando a distancia, ni enchufes: sólo más niños y un pañuelo. Y aun así es divertido. Se llama "la gallinita ciega". Hadasita ha jugado muchas veces y se lo pasa bomba, sobre todo cuando me toca pagar a mí. Los peques se ríen muchísimo viendo lo torpes que somos los mayores haciendo cosas de niños.

El juego consiste en lo siguiente: se elige a uno que hace de gallinita, y para que sea ciega se le pone un pañuelo que le tape los ojos. Los demás niños le dan vueltas hasta marearlo, y luego lo sueltan para ver a quién pilla. Cuando la gallinita pilla a alguien, con el tacto tiene que adivinar quién es, y entonces quedará libre y el pillado pasa a ser la gallinita ciega.

Un juego sencillo. Divertido para los niños. Desquiciante para los mayores. Que así vamos por la vida: sin ver tres en un burro, girando alrededor de uno mismo hasta marearnos, sin pillar una, y sin reconocer a nadie. Y sin saber cuándo narices acabará esta broma.

Nos hemos equivocado de pañuelo: nos quitamos el de jugar y nos pusimos el del egoísmo; y si el primero empujaba hacia los demás, el segundo nos aisla en una vida bastante mediocre... Estrés, enfados, cansancio, desconfianza, angustia, tristeza, envidias, competencia, desesperanza, rutina, soberbia, falta de fe... A veces todas estas cosas se tienen que disfrazar con papel de regalo y colores rojos y dorados, porque toca navidad.
Yo propongo otro juego. El de quitarnos el pañuelo, mirar a los ojos del que tenemos en frente, respirar hondo, y bajar la guardia un poquito. A ver qué pasa.



domingo, 5 de diciembre de 2010

Desafiando a la gravedad (II)

Cada día tengo menos dudas. El Evangelio es para niños y para valientes.
Vale, de acuerdo: y para locos, que son una mezcla de los dos.
No conozco a otros lobos capaces de habitar con corderos sin comérselos, ni a otros corderos capaces de habitar con lobos sin miedo (Is 11, 6).
Sólo los niños, los valientes y los locos pueden dejar a un lado una lista más o menos larga de reproches más o menos fundamentados, saltar por encima de ellos, y optar por amar, porque sí, porque amar es lo único que merece la pena. Y punto. Y todavía más: mirarse al ombligo y dejarse amar, que es el más difícil todavía.
¿Que no tiene sentido? ¿Que no se ajusta a nuestra lógica? ¿Que es lo contrario de lo que nos sale? ¿Que no nos lo pide el cuerpo? De acuerdo en todo. No lo puedo discutir. Por eso titulo esta entrada "desafiando a la gravedad" en vez de "dejándose llevar", por ejemplo.
Y no puedo resistirme a copiaros un trocito de un libro que leí cuando era niña, cuando me sentía valiente y estaba más loca que una cabra...

"Bajó el Espíritu, y me sacó la cabeza de su sitio, y me la puso al revés.
(Gritando)
¡Veo todo diferente! ¡Todo diferente!
Las curvas rectas. Las rectas quebradas. Las quebradas curvas.

¡Amar a Dios!
Lo importante es lo que Él me quiere.
(¡Me quiere!).
¡Creer en Dios!
Lo importante es lo que Él cree en mí.
(¡Tiene fe en mí!)
¡Comprometerse!
Lo importante es lo que Dios se ha comprometido conmigo.
(¡Está comprometido conmigo!).
¡Esperar en Dios!
Lo importante es lo que Dios espera de mí.
(¡Tiene esperanza en mí!).

Cerré los ojos para no marearme.
Los demás me decían: Mira lo que tienes delante.
Yo tenía la cabeza al revés y veía todo diferente.
Lo que ellos tenían de frente yo lo tenía detrás.
Me dolía la cabeza desde el cuello.
Un dolor difuso de hueso desencajado.
La cabeza no encajaba bien en su nueva posición.
Me daba vueltas como un tío-vivo,
mientras resonaban dentro antiguas frases
pronunciadas por verdugos, jueces y fiscales.
Hay que comprometerse. Hay que ganar méritos. Te pedirán cuenta estrecha.
Examina bien tu conciencia, todos los pecados uno a uno...

Me dormí.
Al despertar, oí una voz amiga.
Me decía:
No me has elegido tú. Te he elegido Yo a tí. Te he querido primero.

La cabeza encajaba perfectamente. No me dolía nada.
Sentí mi libertad subir desde el estómago como una fuerza de juventud.
Y volví a gritar otra vez:
¡Veo todo diferente! ¡Todo diferente! ¡Todo diferente!".

(Loidi, "Mar Rojo")

sábado, 4 de diciembre de 2010

Desafiando a la gravedad

Cada día estoy más convencida: el Evangelio es para niños y para valientes. Punto.
Los niños confían. Los valientes lo intentan.
El Evangelio nos da la vuelta. Parece que todo está al revés. No sigue nuestra lógica.
Nosotros no abandonaríamos 99 ovejas para buscar a una.
Nosotros no amamos a nuestros enemigos. No ponemos la otra mejilla si nos abofetean.
Nosotros no llamamos bienaventurados a los pobres, y no comemos con leprosos, ni con ciegos, ni con endemoniados.
Nada de esto sigue nuestra lógica.
El padre no debe no reñir a su hijo pródigo: no es pedagógico.
A estas alturas de la crisis, no hay sembrador que siembre fuera de la tierra buena.
"No juzgues; que tu hablar sea `sí, sí, no, no´; carga con tu cruz y sígueme, y aprende de Mí que soy manso y humilde...." ¡Anda ya!. Nosotros que rajamos sin medida; que hablamos de todo como si de todo supiéramos sin estudiar apenas nada; que huímos del dolor ante todo y sobre todo; que buscamos siempre aparentar más, ser fuertes, dominar las situaciones, tener autoridad, ser respetados... Nosotros hoy escuchamos el Evangelio, y no entendemos nada.
Nos parece que está todo del revés.
Si así es, ¿no se nos está regalando con el Adviento un buen momento para pensar en desafiar a la gravedad?

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El pábilo vacilante

Un invierno más. El frío. Y un sol que se da prisa en esconderse a diario, como para robarnos día. Y otro Adviento. Y una esperanza que ya no sé si está en barbecho o símplemente seca. Pongo la corona, enciendo la primera vela... y en breves segundos se apaga. El pábilo se ahoga. Pruebo de nuevo. Parece que ahora sí se coge... a ver por cuánto tiempo...

Yo creo. A veces creo ardientemente. A veces, en cambio, no me acuerdo de creer. No es que no crea: es que no me acuerdo. Otras veces creo, y es como quien no cree, sin apenas diferencias sustanciales. Sin contar las otras veces: las que apenas creo, las que me disgusta tener que creer en lo que creo, las que desearía no creer...
Y mi Señor mirando en silencio, bien atento: "el pábilo vacilante no lo apagaré".

De joven buscaba ser auténtica. Ahora siento heróico llegar a mediocre. De niña rezaba: "hazme santa". Hoy me conformo con un "hazme buena".
Y mi Señor escuchando en silencio, bien atento: "el pábilo vacilante no lo apagaré".

Después del lunes, el lunes. Y otro más. Y otro. Ya no recuerdo qué tenían de especial los domingos. El trabajo es lo de siempre. El descanso es lo de siempre. Me levanto, me acuesto, me siento, me arrodillo... parece que no soy consciente de nada; hago las cosas como sin sentido, pero aun sin sentido necesito hacer las cosas.
Y mi Señor esperando en silencio, bien atento: "el pábilo vacilante no lo apagaré".

Confieso que me da pereza pensar en conversiones, leer el Evangelio buscando vivirlo, perder mi tiempo frente al Sagrario. Lo confieso con la misma sinceridad con la que confieso que amo a Dios: con cansancio, con frío, vacilante, pero le amo. Porque, a día de hoy, sólo Él no me ha fallado nunca. Y su Palabra es clara... (Is 42,3).
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