martes, 24 de diciembre de 2019

Las cosas que pide Dios

Estos últimos días de Adviento
he estado pensando bastante en lo siguiente.
Hubo una vez un hombre llamado Abraham,
a quien Dios puso al frente de su pueblo.
Yahvé lo amó inmensamente, hizo con él una alianza,
y le prometió una descendencia
más grande que las estrellas del cielo.
A estas alturas de la historia, Abraham tenía 100 años,
y su mujer Sara 90.
Es cierto que Abraham tenía otro hijo, Ismael,
con Agar, la esclava egipcia de Sara.
Pero la promesa de Dios era
sobre la descendencia de un hijo del matrimonio.
Al buen hombre le dio la risa, y a su mujer también.
Pero al año Sara dio a luz a Isaac.
Y es que Dios cumple sus promesas.
Y todos fueron felices y comieron perd...
Bueno, no, todavía no.
Lo que ocurrió es que Dios quiso probar la fe de Abraham,
y le pidió que subiera al monte Moria y, allí,
le ofreciera a Isaac en sacrificio.
La cosa tiene pelendengues.
No era sólo el hecho de tener que dar muerte a su hijo,
a su primogénito,
al niño que milagrosamente se engendró entre dos ancianos.
Era además no entender cómo se podría cumplir, sin ese niño,
la promesa de una descendencia.
Dios pide. El hombre no entiende. Pero la fe obedece.
Y así Abraham se convierte en padre de los creyentes,
patriarca, roca firme de la fe de Israel.
Si alguien quiere leer la historia completa
que se pase por el Génesis: es una delicia.

Pasan los años. y encontramos en escena a otro hombre.
Esta vez un hombre joven. Carpintero. Un chico bueno,
enamorado hasta las trancas de la hija de Joaquín y Ana,
con la que estaba desposado.
María se llamaba la chica.
Una pareja preciosa,
descendientes de aquel Abraham del que hemos hablado antes.
Todo era promesa de amor y felicidad, cuando de repente...
nace Jesús.
Y Dios vuelve a pedir.
Y su petición suena tan extraña
como aquella del sacrificio de Isaac.
Dios pide a José que acoja a María.
Y que cuide de aquel Niño como de un hijo propio.
Iba a comenzar una historia de dificultades,
y persecuciones, de exilio, de incomprensiones.
Pero José, muerto de asombro,
acunó al Dios del Cielo entre sus brazos.

Las cosas que Dios pide muchas veces nos sorprenden.
Se salen de lo que teníamos planeado,
de nuestros propios planes vitales.
Otras veces, simplemente, nos dejan sin palabras.
Pero dos hombres de fe, Abrabam y José, nos enseñan a creer.
A confiar en que es el plan de Dios el que más mola de todos,
y con diferencia.

No hay que asustarse.
La mayoría de veces no nos pide nada extraordinario.
Igual es algo sencillito. Como quizás hacer silencio un par de minutos,
olvidar la cena, los regalos, las prisas, el ajetreo de la Nochebuena
y recordar por qué esta noche es tan importante.
Y darle gracias.
Y adorar...

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Valiente 2.0

Cantan mis chicos de Vetusta Morla que
"ser valiente no el sólo cuestión de suerte".
¡Y tanto que no!
¿Qué tendrán que ver los churros con las merinas?.
Ser valiente tiene que ver más con otras cosas:
Con una apuesta seria a favor de uno mismo o de otro.
Con superar los propios límites.
Con estar dispuesto a hacerse algún daño en el camino.
Con ir de frente hacia la dificultad para superarla. Con no huir.
Con el esfuerzo, una y otra vez, hasta lograrlo.

Me da igual si hablamos de la valentía necesaria para subir a un caballo, lanzarse en ala delta, declarar tu amor a una persona, aprender a conducir a los 40, intentar arreglar un conflicto familiar, confesar la propia fe, volar en avión o correr un maratón.
Pon aquí lo que quieras, que para todo sirve.
Por ejemplo, para aprobar una oposición.

Yo ayer me enteré que no había pasado el corte del primer examen.
Por 0,33 décimas. ¡Sólo por 0,33 décimas!
Exactamente por lo que me restó haber contestado UNA pregunta mal.
Después de un año entero de machacarme
preparando ese examen como una auténtica bestia.

No os diré que no me da rabia, o que no he llorado, porque mentiría.
Aquí una tiene su corazoncito.
¡Pero es que me he convertido en una tía muy valiente!
Porque hay que ser muy valiente para recomenzar,
para agarrar la agenda y volver a programar: tema 1...
Para no tirar la toalla y meterse de nuevo a fondo,
convencida de que la próxima sí que sí.
Porque estoy segura.
Porque las cosas que me pasan no son fruto de la suerte.
Porque a mí me cuida un Padre Bueno,
que me tiene preparado lo mejor en el 2020.
¡No lo dudo!.
No es un salto al vacío. Yo al otro lado tengo Quien me agarre.
Porque sí: ser valiente es cuestión de confianza.

Os dejo la descripción gráfica, para que lo veáis más claro,
deseándoos a todos mucho ánimo con vuestros retos,
y que seáis muy muy valientes.

viernes, 13 de diciembre de 2019

De lo que lleva el corazón...

Ayer me llegó por Whatsap un chiste. Dice así:
- Papá, ¿me compras una moto?
- No. Te compro un violín.
- Pero no papá,  ¡yo quiero una moto.!
- Ya te he dicho que no, que en todo caso te compro un violín.
- Bueno, pues cómprame un violín.
Después de tres meses de lecciones de violín,  el padre le pide al hijo que le toque algo....


De entrada me hizo bastante gracia.
Luego, además, me dio qué pensar.
Y es que hay pasiones que son dominantes; como los alelos, que hacen que el niño salga con rasgos asiáticos en los ojos si uno de sus padres es chino, por ejemplo.
Si el alelo es dominante, es dominante.
Si la pasión es dominante, también.

En teología siempre hemos asociado el término "pasión dominante" con el vicio y el pecado.
Y así hablamos del "defecto dominante" cuando nos referimos a la pereza, al orgullo, a la lujuria, a la envidia... Son impulsos contra los que hay que luchar, o acaban por someter a la persona.
Eso es verdad, demostrable e incuestionable.
Pero no es toda la verdad.

Pasión dominante para muchos es el fútbol. No cabe duda. No hablan ni piensan en otra cosa, y parece que sobreviven a la semana como pueden con la única motivación de llegar vivos al partido del domingo y ganar.
Pasión dominante es el culto al cuerpo. Incluye la adicción al gimnasio, la necesidad imperiosa del subidón de endorfinas que provoca por ejemplo correr, la esclavitud de la moda, la obsesión por la juventud y la cirugía estética, la ortorexia y el pánico a las calorías...
Pasión dominante puede ser el trabajo, si el trabajo lo abarca todo. Cuando no hay nada que sea tan importante como trabajar lo máximo, con la mayor perfección, el mayor tiempo posible. Cuando ser el mejor en lo laboral arrasa con la vida personal y familiar.

Pero pasión dominante es también lo que empuja  a la investigación médica, buscando una cura para el cáncer o el alzheimer sin apenas recursos. O lo que lleva a un voluntariado a Cáritas, atendiendo a las necesidades de tanta gente, día tras día y cada día más. Es lo que motiva al escalador a llegar a una cima más alta; al pescador a salir de noche a la mar con su red; al maestro a creer sin límites en las posibilidades de su alumno. Es lo que lleva a las mamás a arropar a sus niños en la cama, y al abogado a estar al día de todas las leyes y sentencias. Es lo que impulsa a unos payasos a un hospital infantil, o al apicultor a recolectar la miel entre mil abejas. Es lo que hace que una chica joven profese sus votos en un convento de clausura, y lo que lleva a un amante de las motos a simular una carrera a dos ruedas con un violín.

Y la lucha, en estos casos, no es por superar esa pasión,
sino por impedir que se apague.
De lo que lleva el corazón habla la boca; 
y las manos; y la vida entera.
Y un corazón cristiano lleva a Dios y a los hermanos.

Sobre lo que ama el corazón, toca el violín.
Quizás por eso, en medio de tanto ruido mundano
y del frío de un invierno tardío,
en un rinconcito de un blog insignificante, a mitad del Adviento, 
han empezado a sonar acordes de villancico...

martes, 10 de diciembre de 2019

Juicio por combate

Los que hemos seguido Juego de Tronos hemos disfrutado viendo varios juicios por combate. Pero en realidad no es un invento de la serie: existieron de verdad, sobre todo entre los pueblos germánicos, y se mantuvieron en uso durante toda la Edad Media, desapareciendo a lo largo del siglo XVI.

Estas luchas a muerte tenían lugar para solucionar aquellos conflictos en los que la acusación no contaba con testigos y no había logrado que el acusado confesase. En estos casos, si se solicitaba juicio por combate, ambas partes luchaban a espada y el ganador era proclamado poseedor de la verdad.

Pero la mayoría de las veces, el combate no lo realizaban ellos mismos, sino alguien nombrado para representarles. Así, el acusado podía solicitar que otra persona más fuerte que él luchara en su nombre . Podía ser un amigo, un familiar, o alguien a quien pudiera pagar para ello. Por su parte, las casas nobles solían tener contratados los servicios de algún guerrero a quien se encomendaba estos asuntos; en ocasiones incluso utilizaban a presos, a quienes se les prometía la libertad en caso de ganar un determinado número de juicios por combate.

En realidad eran luchas bastante injustas, pues el acusado normalmente no tenía medios para buscar a alguien que luchara por él y que estuviera a la misma altura de su contrincante. Quien tenía más dinero podía elegir al mejor luchador. Y así, el pobre, el humilde, perdía inevitablemente.

Está claro que para entender este tipo de costumbres hay que situarse en la mentalidad de la época. Pero hay una idea de fondo que me parece útil para explicar algo que es a la vez más antiguo y más nuevo todavía: la Redención del hombre. Con las siguientes salvedades, por supuesto.

- Que en nuestro caso, sí hay testigos, sí hay confesión, y sí somos culpables.
- Que quien luchó por nosotros, no lo hizo por honores ni por dinero, sino por amor.
- Que nuestro Guerrero ganó muriendo.
- Que es tanta su fuerza, por ser Dios, que con su lucha dio muerte a la muerte misma.
- Que tras aquella victoria, ya no existe nada en el mundo capaz de vencernos, si permanecemos unidos a Él.

Dice Rom 8, 31-37: "Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?. El que no perdonó a su propio Hijo, antes lo entregó para todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar con Él todas las cosas? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Siendo Dios quien justifica, ¿quién condenará? Cristo Jesús, el que murió, aún más, el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, es quien intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Según está escrito: `Por tu causa somos entregados a la muerte todo el día, somos mirados como ovejas destinadas al matadero´. Mas en todas estas cosas vencemos fácilmente por Aquél que nos amó".

Es cierto que la vida nos sigue trayendo cada día muchos problemas y dificultades.
Y que nosotros seguimos pecando, que parece que no aprendemos nunca.
Pero yo, para mí, hoy vuelvo a solicitar juicio por combate.
Me agarro a Aquél que es mi Escudo, mi Fuerza, mi Baluarte.
Y me quedo en paz, porque sé en manos de Quién he puesto mi vida.

sábado, 7 de diciembre de 2019

La actitud

Es muy importante.
Puede que lo más importante, junto con la intención.
La intención marca por qué hacemos las cosas.
La actitud el cómo.
El resultado ya no depende tanto de mí,
como de lo que Dios considere conveniente para mí.
Pero si la intención es hacer las cosas de la mejor manera posible
por Él, por amor a Él, ofreciéndolas además por quienes más lo necesitan,
la actitud no puede ser otra que la de superheroína.
Da igual la monotonía, el aburrimiento, el cansancio.
Y los madrugones, y el desánimo, y la incertidumbre, y el miedo.
Hay que darlo todo. Siempre.
Sin rendición.  Las superheroínas nunca se rinden.
Esa constancia, ese esfuerzo, ese cariño con el que hacemos las cosas,
sin duda son virtudes heróicas.
Se puede estar asustada, se puede no tener ganas,
se puede incluso llorar muchas veces.
Pero enseguida hay que ponerse en pie,
recta, puños en las caderas, cabeza alta.
Respirar hondo, recordar la intención, orar y a trabajar.
Día tras día. Adviento tras Adviento.
Ésa es la actitud.

(Anatomía de Grey,  temporada 11, capítulo 14)

jueves, 5 de diciembre de 2019

Plot Twist

A los amantes del cine nos encantan.
Creo que muchas de las películas que han pasado a la historia
lo han hecho por contener un brillante plot twist.
En castellano, vuelta de tuerca o giro inesperado de los acontecimientos.
Veamos algunos ejemplos muy conocidos. Atención, spoiler.

Amenabar utilizó bastante el plot twist en sus primeras películas. En "Abre los ojos" se produce en el momento en el que el protagonista se da cuenta de que todo lo que le rodea es realidad virtual; en "Los Otros", cuando los vivos pasan a ser los muertos y viceversa (¡brillante!). Algo muy parecido ocurre en "El sexto sentido" de M. Night Shyamalan. Si nos vamos a los clásicos, Hitchcock nos dejó a todos helados en "Psicosis", revelándonos que la madre no era la madre sino el hijo. No sé a vosotros, pero a mí me pasa que, cuando el giro es muy bestial, en cuanto acaba la película siento la necesidad de volver a verla desde la nueva perspectiva, para darme cuenta de los pequeños avisos camuflados con los que el director ya venía anunciando que llegaba un


Es un clásico en el género de suspense, sin duda.
Si no, repasad cualquier novela de Agatha Christie, Arthur Conan Doyle o Stephen King.
Aunque, como dice el Eclesiastés, "nada hay nuevo bajo el sol" (Ecl 1, 9).
Todos los argumentos de todas las obras de todos los autores se basan en la vida.
Y de la vida, el gran autor por excelencia es Dios.
¡Que sí, que sí, que Dios inventó el plot twist!.

Primera parte:
Érase una vez el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, a quien se le cruza el cable y empieza a hacer tonterías: se planta contra su Creador (y Adán come del árbol), se planta contra su hermano (y Caín mata a Abel), se planta contra todo el mundo (y viene el diluvio universal). Y así sin parar. Años y años de vueltas, exilios, tropiezos, desiertos, pecados, infidelidades, guerras...
Y de repente Dios se marca un plot twist, y decide nacer Niño en un establo en Belén de Judá. Y todo cambia. La historia, que parecía una historia de perdición, era en realidad historia de salvación. Y nos quedamos tan en shock que tenemos que releerla para darnos cuenta de cómo Dios había ido preparándose un pueblo que vivía anhelando su venida. Y llegó. Llegó Aquél a quien esperaban, pero no como lo esperaban...

Segunda parte:
Érase una vez el hombre (y no cualquier hombre: el hombre israelita, judío religioso del siglo I, que rezaba pidiendo un Mesías), perdido en una trama brillante. El hombre que creía que el argumento exigía un libertador por todo lo alto, un rey poderoso que encabezara un ejército que consiguiera, para su pueblo, la libertad. Y Dios dio otra vuelta de tuerca. Nació pobre, vivió humilde, se relacionó con pecadores, se enterneció con los niños, habló del amor, del perdón, de ser hermanos, de la Voluntad del Padre, de las flores, los rebaños, los árboles y los pájaros, del Reino y de la Iglesia... Algo tan escandalosamente inaceptable que le llevó a la Cruz. Y va Dios y ¡plot twist!, Resurrección. Y lo que parecía que había sido un enorme fracaso se convierte en el acontecimiento más luminoso de la historia de la humanidad.

Llegados a este punto, toca hacerse la gran pregunta: ¿y qué pasa conmigo?.
No, no estoy preguntando de qué va el argumento de mi vida, con todas las tortas que me he pegado ya y las que vendrán. No hablo de las oscuridades, de las traiciones, de las injusticias, de los desprecios, de mis pecados, de las crisis, de las soledades, de los problemas. No, no cuestiono por qué parece que todos mis esfuerzos no dan ningún fruto. Porque ya he dicho que sé que las apariencias engañan, y que las cosas se entienden al final, repasando la peli.

La gran pregunta es: ¿de verdad creo? ¿Creo que Dios, mi Dios, el mismo de la primera y la segunda parte que he narrado antes, está preparando un pedazo de plot twist para la trama de mi vida? ¿Creo que estoy en sus manos, que es mi Padre, y que soy objeto de su amor misericordioso; que está conmigo cada día, que no depende todo sólo de lo que me hagan los demás o de mis propias fuerzas, y que no me va a dejar hasta me quede boquiabierta con la maravilla que ha soñado para mí?

Pues eso.
Adviento.
¡Ven, Señor, no tardes! ¡Lúcete!
Que te vea,
y que lo disfrute,
y que te aplauda por toda la eternidad.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Mi cosa más bonita

Cuando llega la noche, paso a arropar a las peques en la camita, y -después de hacer nuestras oraciones- les digo a cada una:
- Tesa, que duermas bien, que sueñes con cosas bonitas: que sueñes con pechuga, con los patos del río, con el valle en el pueblo, con cazar grillos, con tu mantita, con mandarinas, con mimitos...
Hadasita, que duermas bien, que sueñes cosas bonitas: que sueñes con tu osito, con las pinturas de colores, con chocolate, con vacaciones, con tu muy mejor amiga, con la Navidad, con Tesa...
- ¿Y tú? ¿con qué vas a soñar tú?
- Yo soñaré también con cosas bonitas, las más bonitas: soñaré con vosotras.
Y nos damos besitos.

Entonces yo me meto en la cama, y me tapo bien.
Y se apagan las luces.
Y a veces, estando ya medio dormida, me parece escuchar:
- Mi niña, que duermas bien, que sueñes cosas bonitas: que sueñes con tu plaza de funcionaria, con conciertos de Vetusta Morla, con yemitas de Santa Teresa, con la familia en torno a tu mesa, con inviernos de mantita y libro, con pizza de quesos fundidos, con tus amigos más fieles, con Hadasita, con Tesa...
- ¿Y Tú? ¿con qué vas a soñar Tú?
- Yo soñaré -despierto- también con cosas bonitas. Porque soñaré contigo. Y tú, mi niña, eres mi cosa más bonita...

martes, 3 de diciembre de 2019

Hoy no

Estos años de silencio han impedido que se comentara aquí una serie que, con alguna puntualización, considero que merece la pena ver: Juego de Tronos.
Atención, spoiler.

Traigo hoy a la memoria a Arya Stark y a su profesor de baile, Syrio Forel.
Muchas cosas aprende la pequeña de este hábil maestro de la espada, pero una será la que le servirá para convertirse en la heroína  indiscutible de la Gran Guerra: "Sólo hay una cosa que decirle a la muerte: HOY NO". 

Me gusta. Porque me sirve.
Sólo hay una cosa que decirle al miedo: hoy no.
Sólo hay una cosa que decirle a la pereza: hoy no.
Sólo hay una cosa que decirle a la tentación: hoy no.
Sólo hay una cosa que decirle a la rendición: hoy no.

Hoy no. No es un buen momento para dar un paso atrás.
No es un buen momento para el desánimo, para bajar la guardia, para dejar las cosas importantes para más tarde. No es un buen momento para descansar, para aparcar la espada, para dejarse llevar.

Es el tiempo perfecto para trabajar con esfuerzo constante.
Los opositores sabemos muy bien lo que es vivir corriendo una carrera de fondo.
¿Cuántas veces al mes, a la semana, al día, me ha tocado sobreponerme a las ganas de tirar la toalla con un tajante, firme "HOY NO"?

Es el momento de hacerse fuerza y no dejarse llevar por la corriente.
Párate y mira a dónde llevan las aguas del ruido, de las prisas, del consumismo, del aparentar...
A vivir estresados, asfixiados, preocupados, amargados; a comer hasta explotar, a reunirse por puro compromiso, a empujarse en las tiendas gastando hasta lo que no se tiene, a blasfemar llamando a todo eso Navidad.

No. Hoy no. Y espero que mañana tampoco.
Eso nos convertiría en una especie de zoombie,
en alguien más muerto que vivo,
en un caminante blanco.

El Adviento nos pone en alerta, nos agudiza los sentidos,
nos enseña lo verdaderamente importante.
Es un kairós, un tiempo de gracia.
No es un a espera estática, sino activa. Un "Ven" que, a la vez, sale al encuentro.
Es un duro ir contracorriente; una batalla en serio por lo auténtico,
luchando en el ejército de un Niño-Rey que nada tiene que ver con ese gélido Señor de la Noche a quien sabemos que se le pueden parar los pies, como hizo Arya Stark, con un:

lunes, 2 de diciembre de 2019

Achicar distancias

No sé si a vosotros os pasa. Yo, últimamente, miro las noticias con muchísima preocupación. Más que nunca. Y pienso que no se puede hablar de coincidencia.

No es una coincidencia lo que está pasando, no. La gente se está enfrentando a la gente en la calle. Y no ocurre sólo en Barcelona. Está pasando en Bolivia, en Chile, en Venezuela, en Nicaragua, en Francia, en Hong Kong, en Irak, en Siria, en Yemen, en Nigeria...

Tanto conflicto a la vez no es casualidad. Y oigo a los expertos tratar de dar explicaciones políticas a algo que, para mí, tiene una única raíz, y es espiritual. ¡Lo veo tan claro!.

Mi generación ha crecido siendo testigo de una campaña mundial bestial contra Dios y todo lo que tiene relación con él, en especial contra la Iglesia católica. Eso es incuestionable. No hay nada a los ojos de la sociedad que me rodea, que esté peor visto que ser católico. Y claro, los valores cristianos ya ni se conocen: amar al prójimo, ser uno, perdonar al que nos ofende, orar por el enemigo... No, lo que vemos es justo lo contrario: una exaltación del egoísmo, de la individualidad y la división, una agresión  continua al que me molesta, gritos buscando la razón, rechazo a la opinión diferente, desprecio por los tribunales de justicia y sus sentencias, burla y mentira en los gobernantes, corrupción, crisis... Una bomba.

Y en medio de todo este desastre, empieza el Adviento. Una pequeña resistencia se empeña en parar, hacer silencio, y preparar una Navidad lejos del consumismo y los convencionalismos; y en volver la mirada a la gruta de Belén. Y Dios, cuya fe en el hombre es inquebrantable, sigue empeñado en achicar distancias con nosotros. ¿Quién puede temer la cercanía de un bebé recién nacido?


Buscamos en encuentro con el mismo Dios del pesebre hoy en nuestra vida: su calor, su ternura, su amor (¿hay algo más revolucionario que hablar de amor en pleno 2019?). Y se enciende una pequeña luz en la noche de nuestro tiempo. Y rogamos al Cielo:

Ven, Señor, necesitamos que vuelvas, queremos hacerte un hueco en este mundo de locos, anhelamos la paz que sólo Tú puedes darnos. Te pedimos, te suplicamos, en nombre de nuestros hermanos que tanto se empeñan en negarte, que no te canses nunca de achicar distancias, de ofrecer oportunidades, de iluminar oscuridades, de buscar encuentros. Por el amor que te llevó a hacerte Niño en Belén, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén.

Disculpadme

Hace más de dos años que no escribo nada aquí.
Disculpadme.
Han pasado muchísimas cosas.
Sé que hay (o había) personas buscando en estas líneas motivos para hacerme tropezar.
Sé que hay (o había) gente dispuesta a usar esos motivos para amenazarme.
El miedo me pudo. Disculpadme.
Pero ya he dicho que han pasado muchísimas cosas.
Y el miedo desaparece cuando ya no tienes nada que perder.
Así de cortas tiene las patas.

Voy a volver a la carga.
Quizás el tono de mis palabras haya cambiado.
¡Pasan tantas cosas a lo largo del tiempo que una ya no es la misma!
Disculpadme de antemano, si no soy del gusto de todos.
Suele pasar. Me temo que es inevitable.

Y si el pasado me lee, tengo una cosita que explicarle. Bueno, dos:
1- Si digo, por ejemplo, "hay mucha gente que es gilipollas", y me lees y piensas: "Hadasita me ha llamado gilipollas", quizás debas plantearte que a lo mejor eres al menos lo suficientemente gilipollas como para que te sientas cuestionado por mis palabras. Revísate, porque el problema es tuyo.
2- Soy una persona libre, libérrima, que ni tengo nada ni dependo de nadie, y que ejerzo mi derecho a la libertad expresión, porque me da la gana. Si no te gusta lo que lees, te invito a que te vayas a la parte superior derecha de tu pantalla y le des a la X. ¡Hazlo sin miedo, que no pasa nada! Dale a la X, pero no des por culo. Gracias.

A la buena gente, a los amigos de siempre, a los que se acercan a mí desde el respeto y el cariño, que leen estas palabras, disculpadme. ¡Ha pasado tanto tiempo y tantas cosas! 
Os mando un besico y os doy de nuevo la bienvenida. 
Paz y bien.
Wizard Animation