lunes, 17 de enero de 2011

17 de enero

Tengo una muñeca que regala besos. Llegó a mi vida una mañana de invierno, para enseñarme que no todo era blanco o negro: que existe el gris, que es bien bonito, que tiene sus gamas, y que incluso puede llegar a transformarse en rojo. Y desde que ella está conmigo, todas las mañanas me despiertan besos,llega por la tarde y sigue habiendo besos, y luego por la noche me dan más besos para cenar (ECDL).

Cuando las cosas han salido bien, ella me quiere mucho. Cuando han salido mal, me quiere mucho más. No hay absolútamente nada que yo pueda hacer para que ella deje de quererme: es incondicional, hasta la muerte.

Soy su objeto de estudio y de contemplación. Nada de lo mío se le escapa: ni un gesto, ni una entonación, ni un silencio, ni una lágrima, ni un suspiro.

Al principio, cuando nada de lo que vemos existía, cuando el mundo era caos y oscuridad, antes que la Palabra diera Vida y Luz a todo, Dios pensó en Tesa... y en otros muchos animales domésticos que, como indica el concepto(domus=casa), fueron creados para vivir con los hombres, para estar con los hombres (Gn 1,24).Y vio Dios todo lo que había hecho, y era todo muy bueno.

Y a esta bolita de pelo, cariñosa a más no poder, dulce,tierna, lista, juguetona, pillina, obediente, que se trastorna con un muñequito de goma, que se siente premiada con un trozo de galleta, que da más botes que una pelota cuando regreso a casa del cole; a este peluche, a esta muñeca que regala besos (SyP), por ser tan requetebuena para mí, hoy 17 de enero Dios la ha bendecido. Y eso merecía esta entrada.

PD: Si alguien no ha entendido nada, le recomiendo encarecidamente que se deje adoptar por un perro cuanto antes.

2 comentarios:

Angel dijo...

Salió San Antonio de aquella grieta rocosa y el lucero de la mañana le saludo con un guiño; aún no asomaba la alborada y los arboles en sombras aún estaban mudos de trinos. Se alivió y escuchó los últimos sonidos de la noche, se puso de rodillas y apretando las ateridas manos se dispuso a la oración... En esto, un pequeño animalito asomó cerca por el agujero de un tronco, atisbó el olor de aquel humano y corrio unos pasos fuera de su escondite... el santo lo oyó acercarse por detrás y pararse un instante a unos pasos de su lugar: dio gracias al Señor de la vida y de las cumbres solitarias; luego repasó deprisa el entierro de sus padres, el dejarlo todo atrás, el por qué estaba allí y el hermano que Dios le encomendó hacía una semana...
Un pajarito empezó a removerse en la espesura y a trinar con otros compañeros mientras aún la timida luz despuntaba poco a poco. Volvió a sus pensamientos y le pareció oír la voz de su Señor: "Antonio te traje al desierto para depurar tu corazón de pasiones e intereses egoístas; si dejaste a tu hermana y tus bienes y diste tu dinero a los pobres, no hiciste más que la mitad... ahora te digo que me sigas y te llamo a cuidar de los que vengan..."
La luz se hizo creciente pero el santo tenía la mirada arrobada en otra parte. Sus manos abiertas recibian gracias celestes en aquella primera hora... Se levantó un golpe de viento pero Antonio ya volaba: con los ángeles y los ardientes querubines alababa al Señor de la Historia y de los hombres y le parecía oír cantos de muchos hermanos asociandose a su oración... Una luz parecía llenarle el alma de alegría y asi del trance despertó. A su lado un cerdito rosado hozaba como a un tiro de piedra comiendose unas raices...
Antonio de pronto sintió hambre. Aquel era el tercer día de su ayuno, que no había probado más el agua del rocío en la mañana y por la tarde un trago del manantial cercano a donde estaba... El cerdito le removió los jugos y le vino el antojo de un pernil asado. Era la imaginación tan solo, la loca de la casa... No era más que algo padecido; no había consentido que enseguida se posicionó... Pero allí estaba aquel marranete masticando ahora unas bayas y mirandole inocente... ¡Que bocadito!¡Pero si es un lechal! ¡Santa María, qué apetito!
Y el Santo tan frugal, ya se relamía... olvidó por un momento el transporte celestial, miraba al chancho de hiton en hito... Era lo animal, el sustrato corporal, lo perentorio... Sintió el tirón concupiscente: allí había tentación y no era mujer ni oro sino hambre simplemente. Y sabía que no solo de pan, pero ¡Santa María, ahí está... a un tiro de piedra el animal!
No digo como acabó la historia pero el humo y el olor trajeron al nuevo compañero: allí pilló al santo alegre y a punto de comerlo... Curiosamente Antonio no probó bocado. Se sabe que lloró después porque no lo hubo tastado, que fue el pupilo, el aprendiz de anacoreta quien tuvoi su festin... Es anecdota -apocrifa si- pero que en los monasterios se recuerda:
- Que si... que con gesto solemne lo sentó a su vera, que le puso la geta y las orejas. "Come despacio, que despues vendrá el lomo, la paleta... y cuando acabes vendrá una buena siesta" Y el otro no entendía. Y mientras Antonio se explicaba, celebró aquel novicio la bondad del Señor que a todos alimenta...
Antonio se puso aquella penitencia. Tras los tres dias de ayuno, otro de larga permanencia. Por la debilidad de la carne y por la fina soberbia de no aceptar aquella dolencia; por la vanidad de aparentar virtud al verse descubierto y por tner el hombre viejo aun despierto...
Fue un día memorable aquel, el del marrano: hizo asueto y cantos para entretener a aquel hermano, el primero que Dios le confió; un hermano al que desconcertó, que le daría vueltas y vueltas al casó y que -por supuesto- entendió al cabo de los años.
Apocrifo o no, asi me lo contaron. Y la lección es grande, como lo es el cielo claro, como lo es el mar que hermana paises lejanos, como vasta es el alma curtida de los santos.

Hadasita dijo...

Angelito: el santo que no sienta gusto por los placeres curinarios que el hermano chancho nos proporciona, no es santo humano, y por lo tanto no tiene mérito. ¡Bendito por siempre Dios por el jamón y las chuletas! ¡Amén!.

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