martes, 26 de julio de 2016

En silencio

No tengo nada especial que decir. Callo, para no inventar, por no rellenar porque sí, y porque no encuentro palabras. No estoy haciendo nada en concreto, y confieso que la soledad de estos días me está gustando bastante. Sí pienso: pienso en el sacerdote asesinado degollado hoy en Francia. Pienso en todos los cristianos que han muerto por su fe este año en distintas partes del mundo. Pienso en Santo Tomás Moro y en San Juan Fisher. Los admiro, los envidio, los entiendo. Pienso que no es coincidencia que tantos males se sucedan en momentos en los que las personas se alejan de Dios, y doy gracias al Señor que en esos mismos momentos inspira a personas valientes para que vivan una santidad heroica que nos anime a mantenernos firmes. Pienso en Cristo, en su Pasión, en su Cruz, y en el valor de su Redención tan firme, pese a las apariencias y a que no sea una actualidad televisivamente relevante. Miro la inocencia en los ojos de mi Tesa, y pienso en la vida de la gran Santa de Ávila en la que se inspira su nombre, y me estremezco, y me siento ¡tan pequeña!, diminuta... Me pregunto en cuántas cosas debo estar equivocada; incluso me da vergüenza confesar que me escandaliza imaginarme las playas llenitas de gente absolutamente inconsciente de todo tostándose al sol como chuletas de carne a la parrilla, sin alma. Me da vergüenza juzgarlos yo, que estoy llena de pecados y cargo con un corazón tibio. Y ya que no puedo llorar, ruego al Buen Dios con las pocas palabras que me quedan que no se olvide de esta su pobre sierva, que tenga misericordia de mí y del mundo entero, que venga a nosotros su Reino, y que acepte mi silencio como predisposición a acoger su Palabra de Vida. Amén.

1 comentario:

Angel dijo...

Sssssst, sin palabras:
sólo la de Jesús.

Para nada es mala receta.
Por lo menos se la aplaudió
Jesús a María, la de Lázaro.

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