domingo, 10 de julio de 2016

Reseña de conciertos

Desde primera fila se ven cosas que pasan desapercibidas, o que no pasan, cuando ves las cosas desde atrás. También es cierto que se escucha peor, pero a veces hay que tomar postura por una prioridad. A mí, en primera fila, Enrique me miró: dos veces. Y ninguna de las dos cosas que dijo mientras me miraba me dejó indiferente. Me cantó "que ninguno de esos idiotas te supieron hacer reír, y que el único que te importa es este pobre infeliz"; y así es. Después de unas cuantas canciones más, todas de un nivel cañero muy bien seleccionado, se acercó y me volvió a mirar diciendo: "Hoy te sientes distinto porque eres distinto; lo que fue siempre lo mismo hoy cambió. Permanecía oculto en ti, y ahora está tan claro"... Y ahí confirmé lo que ya sabía: que tiene un don para leer mi alma, que me conoce a la perfección, aunque era la primera vez que me miraba y sabía que yo existía. Yo a eso lo llamo magia. ¿Algo malo del concierto?: lo que tiene estar en un festival, que el tiempo es limitado. Y yo que estoy acostumbrada a bises de más de una hora, con sólo hora y media de concierto tuve la sensación de haber visto un trailer de lo que me espera en septiembre.



Vetusta Morla me dieron una lección de las importantes. Su concierto fue, acústicamente, un desastre. Tres veces le cambiaron el micrófono a Pucho, y no hubo manera de hacerlo funcionar. Ni os cuento lo que imagino que debe ser para un grupo que no se oiga la voz del cantante... su cara lo decía todo. Sus ganas de rendirse y marcharse eran más que evidentes. Pero no lo hizo: todo lo contrario. Sí tiró la petaca, los cascos, incluso al final el puñetero micro: pero no dejó de cantar ni un momento, con una garra brutal que sólo escuchábamos los de la primera fila. Y nosotros cantamos con él, como él, a todo pulmón: de manera que al final la voz que se escuchaba era la de los miles de personas que allí estábamos, sintiendo que sus canciones eran también las nuestras, que "ser valiente no es sólo cuestión de suerte", y "puede ser que mañana esconda mi voz por hacerlo a mi manera: ¡hay tanto idiota ahí fuera!; puede ser que haga de la rabia mi flor y con ella mi bandera: ¡sálvese quien pueda!", y que "el fuego lo guardo yo"... Y aprendí que no hay que rendirse, que hay "días raros" en los que las cosas salen inexplicablemente mal, y aun así merece la pena echar el resto, desbordar de pasión, incluso salir a hacer un bis fuera de tiempo por puro amor y agradecimiento a quien nos ve, desde delante o desde arriba, cada cual elija lo que más le importe. Cuando se estaban despidiendo, Álvaro (el bajista, que estuvo interaccionando conmigo todo el concierto) me miró agradecido; y le enseñé la camiseta que llevaba puesta, madeinjorge, con "Vetusta mola"; y sus gestos de agradecimiento y de llevarse el mensaje en el corazón me recordaron lo importante que es el reconocimiento al trabajo bien hecho, pese a los resultados. Lo que he escrito en otras ocasiones: no somos  lo que hacemos, gracias a Dios, sino cómo lo hacemos, lo que motiva lo que hacemos. Un 10 para mis chicos, y trillones de mensajes de queja a la organización del Cruilla por tratar así a artistas de una talla tan enorme.


Yo ya sé lo que os hace grande, ya entiendo "el cómo y por qué". Gracias a ambos por una de las noches más mágicas de mi vida. Conforme vaya bajando mi nivel de adrenalina seguiré repasando momentos y tomando nota de todas las cosas que me enseñáis con vuestra música. Un placer haberos escuchado en persona para variar, a vosotros que resonáis en mi salón y en mis cascos en diferido continuamente. ¡Y que sean muchas veces más!

1 comentario:

Angel dijo...

hay amor de madre, amor de fan, amor playero, amor de octogenario apasionado, amor merengue, churri y de storgé... en fin, de muchas clases. pero lo tuyo es desbordante, olímpico, generoso es poco, que se nota y se siente que lleva adrenalina/gasolina, es incendiario... por eso es por lo que interaccionabas todo el tiempo con el bajista y por eso bunbury también te miró... porque una cara de entusiasmo brilla y es atrayente, que nos hace seres eléctricos -que decía Miguel Ríos-, porque no es que se ilumina el rostro sino que ese rostro intensamente feliz transmite energía, crea su propio campo de fuerzas, se va a sinergias...
el torero en el ruedo, el rockero en en su palenque, se entrega por completo, se. la juega... y el resultado final es obvio: la fiera se domestica y sale arte en cada suerte y muletazo; el monstruo de las cien o las mil y pico cabezas funciona y corea aquello que vive el artista...
y sycede esa magia: todos los corazones vibrando más allá del impacto de los decibelios que salen por el equipo sónico... hay ese pálpito, esa velocidad, como la del electrón alrededor del núcleo... y es la bomba nuclear, energía de labuena, que alguno llamaría el pasado del cielo

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