jueves, 20 de noviembre de 2008

Cardenales

A veces salen cosas de éstas en el cuerpo. Son el resultado de algo mal hecho, sin ninguna duda. Por ejemplo: darse contra la esquina de una mesa. Las pobres mesas no fueron construídas para aguantar nuestros golpes. Por eso sus esquinas no son blanditas.

Hace un par de semanas cargué con una nevera, un armario, dos camas, dos sofás, dos estanterías, una cómoda, un tocador, tres mesitas, una mesa de comedor con 4 sillas, y alguna que otra cosilla más. Y ni os cuento la de cardenales que llevo (sin hablar de una contractura muscular y una lumbalgia de narices). Al principio no entendía qué había pasado, porque miro mi nueva casa y lo veo todo en orden. Pero ya he dado con el fallo. Algo sí hice mal. Cargar con todo sola.

Me pregunto cuántos cardenales debemos llevar por dentro; de esos que no se ven, pero que seguramente nos duelen, y bastante. Consecuencia quizás de lo mismo: de haber pretendido hacer las cosas sin ayuda, a lo bruto, dando por supuesto que solos podríamos. ¿Acaso nadie nos enseñó a leer? ¿No lo dice el Señor bien clarito?: "Sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15.5)...

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