jueves, 14 de febrero de 2008

Sirena varada (II)

Me gusta el mar. Y me gusta el aire, y la tierra. Es lo que tienen las sirenas: que son medio-mujer.
Subirse a una peña, y lanzarse al vacío hasta tocar agua, y sumergirse... todo un acto de confianza.
Me viene a la cabeza algo que escribió Loidi en su "Mar rojo".
Dice así:

"Te toma de la mano y te lleva a la cima.
Una roca cortada a pico frente a otra igual.
En medio un riachuelo claro. ¡Mil metros de profundidad!
Te dice: "Salta al otro pico". El vértigo te nubla la vista.
Te echas para atrás, asustado, mientras le dices con una sonrisa: Menos bromas.
Él insiste: Salta.
Te pones más serio. El sudor te humedece la ropa.
Bajas la voz para decir: ¡Está loco!.
Tercera vez: Salta.
Un temblor todo tu cuerpo. Miedo e ira juntos gritando: ¡Imposible! ¡Es absurdo!.
Calla y espera. De pié junto a tí parece que recapacita.
Recobras el aliento. Pero su voz como un hacha parte el silencio en dos:
"En frente viven los profetas; aquí los hombres honrados. Elige".
Respondes: Elijo profeta. Pero no salto. Profeta aquí.
Te corta la palabra: ¡Imposible! Aquí no hay profetas. Elige.
Elige, elige, elige...
Retumba como trueno en la noche el reto de Dios.
Elige, elige, elige...
Y no puedes descansar.
Elige, elige, elige..."

Sirena... ¡vuelve al mar!

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