domingo, 20 de marzo de 2016

Credo

Creo en Dios.
Creo que Él es el Señor.
Creo que sabe mejor que nadie el por qué de las cosas,
y cómo dar sentido a todos nuestros sinsentidos.
Creo que Dios habita en los Sagrarios.
Creo, por eso, que el lado derecho de mi parroquia es el mejor.
Creo en su compañía silenciosa desde allí.
Creo que Dios se encuentra con nosotros en los Sacramentos.
Creo en el Dios de la Eucaristía y del Perdón. 
Creo en el Pan Vivo que me alimenta,
venga de las manos de quien venga.
Creo en el Dios de las mediaciones,
que se sirve de quien nos rodea
para enseñarnos qué hacer y qué no.
Creo en la Iglesia, su Esposa.
Creo en los cristianos del siglo XXI,
perseguidos fuera y dentro de sus propias comunidades.
Creo que Dios los ama en sus esfuerzos, 
más allá de sus logros.
Creo en la cruz como instrumento de salvación.
Creo en el dolor purificador y en la lágrimas sanadoras.
Creo en la humildad como virtud común a todos los santos.
Creo en el silencio, en la espera, y en la oración atendida
en el tiempo y el modo más conveniente.
Creo en el Dios que murió por mí también,
y que no dejará que ni una sola gota 
de esa sangre derramada se pierda.
Creo en el Dios de la Vida, que no se estanca en la muerte.
Que la vence. En Él y en nosotros.
Creo en cadenas rotas, prisiones abiertas,
esclavitudes superadas, soledades inexistentes,
lágrimas enjuagadas, música, alegría, paz y justicia.
Creo en el Reino de Dios, presente y oculto.
Creo que un día se hará la luz, y mis ojos verán lo que creo.
Y mi esperanza no se verá defraudada.

1 comentario:

Angel dijo...

Tienes en tu verdad olor a NARDO
Es tu característica... ¡Y lo sabes Hadasa!

Resbalaba por su frente,
por sus cabellos y barba...
Lo derramó todo entero,
como quien vacía el alma.

Roto el vaso de alabastro
-todo es poco para quien ama-
fue su óbolo de enamorada.
Loca, loca Magdalena...
sin saberlo, preparaba
el cuerpo para el sepulcro:
se llenó de olor la casa...

La maloliente mazmorra
-nadie se lo explicaba-
esa noche olía a nardo
entre golpe y risotada;
la calle de la amargura
-Cristo con la cruz pasaba-
a nardo dicen que olía
al aire de su pisada.

Y al tiempo de pronunciar
desde la cruz las palabras
¿no era nardo el perfume
que todo el monte exhalaba?

Y cuando -ya muerto- en sus brazos,
María lo acariciaba,
de nuevo estalló el perfume:
fué la última oleada...

Cristo quebró su alabastro
en la mañana de Pascua
-¡María!
-¡Rabboni!
¡Nardo!
Le inundó de nardo el alma...

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