jueves, 31 de marzo de 2016

Valiente

Sigo dando vueltas a mi reto de superar los miedos. Y me sale al encuentro, como siempre, la música. Mis grupos son como los mejores amigos: nunca me fallan. Vetusta Morla expresa de forma excelente en esta canción la valentía que se precisa para ser auténtico. Porque a todos nos ocurre: a mí al menos sí. Que ahora soy, ahora no; que no digo lo que digo, hago lo que no hago. Tras de mí hay una escena y diez mil frases que repetir... Y no es fácil ser uno mismo olvidando el guión, sin buscar un disfraz mejor. Porque si te sales del papel, si acallas al apuntador de la función en la que a veces nos metemos, podemos encontrarnos con que no somos como nos gustaría. Y eso sólo tiene dos salidas: o la frustración en el inmovilismo, o la exigencia de cambiar. Definitivamente ser valiente no es sólo cuestión de suerte. Es una opción de la voluntad.

Hoy alguien me ha dicho: "yo soy una persona fría, y no puedo cambiar". Y me han chirriado los oídos. No comparto en absoluto esa opinión. Todo el mundo puede cambiar. Yo soy todo lo contrario, muy caliente, y consigo templarme, con esfuerzo por supuesto, pero lo hago. Ni las circunstancias, ni siquiera mis propias inclinaciones, son obstáculo para poder ser cada vez más yo. Más auténticamente lo que deseo ser, lo que debo ser, lo que Dios soñó para mí en su plan desde el principio. Me siento un boceto todavía. Voy aprendiendo a base de error-acierto. Y en el camino hay cosas que me van quedando claras: por ejemplo que el miedo es malo.

La rabia con la que la canción transmite el dejarse llevar sin pensar, sin autocuestionarse, con miedo a enfrentarse a la verdad con valor, me encanta. Tiene mucha fuerza. Es toda ella pura ironía, salvando un par de frases, entre las que subrayo: no olvido los sueños, vuelvo a lo que no acabo. En eso estoy. Y lo hago sabiendo que ser valiente no es sólo cuestión de suerte, sino una apuesta firme por vivir la vida eligiendo la actitud con la que afrontar las cosas. ¡A disfrutar de la música!

1 comentario:

Tusy dijo...

Qué difícil es ser valiente. Lo pienso cuando me levanto cada mañana, ya agotada, me miro al espejo y no me gusta lo que veo, sobretodo, en el fondo de mis ojos. En ese momento me gustaría volver a la cama, apagar la luz, apretar los ojos y ya si eso despertar cuando todo haya pasado.  Dicen que ser maestro es también ser un actor, así que entro a mi aula todas las mañanas y comienza mi función, con unos compañeros de reparto a los que he querido querer pero ni se dejan ni me corresponden, siguiendo un guión que yo no escribí, que tampoco acepté íntegramente, pero al que no me queda más remedio que adherirme.
Me relaciono a lo largo del día intentando ser para los demás lo que ellos necesitan, lo que ellos esperan y quieren de mí, aunque eso a veces implique ceder demasiado. Aún así meto la pata muchas veces y también les hago daño, no intencionadamente el 99% de las veces, pero también sucede, y me siento ruin en cada error que cometo. Me decepciono con que ellos no sepan frenar lo que me está consumiendo (que yo tampoco sé), que ya no puedo más...
-"Tienes que ser fuerte"-me dicen quienes algo saben de ese dolor tan profundo, y ese tener, esa obligación, me pesa como una losa. No, no quiero serlo, porque estoy tirando de unas fuerzas que no sé de dónde salen, pero que cada vez salen menos porque se me están agotando, ellos necesitan que yo sea fuerte para ellos, ¿pero quién es fuerte para mí? ¿Quién ayuda al ayudador?
No sé si conoces la canción de Bruno el payaso. La cantaban mis primos con la guitarra cuando yo era pequeña. Versa sobre la historia de un payaso que, en parte impulsado porque los demás le decían que tenía otra vida y se debía encontrar, y en parte porque él mismo le preguntaba a Dios cuál creía él que era el sentido de su existencia, un día se quita el maquillaje y decide no actuar, y se marcha a buscar otro yo.
Quizás esa sería, ahora mismo, mi valentía máxima. Despertar una mañana y decidir no ponerme el disfraz, no levantarme. Decir en voz alta:-"No puedo más", y no dejarme convencer por ese deber, ese tener que ser fuerte para los otros, porque la que necesita que le inyecten fuerzas ahora mismo, soy yo. ¿Egoísmo? ¿Amor propio? No lo sé... Lo cierto es que necesito valentía, para suspender la función, para quitarme el maquillaje, el disfraz, y enfrentarme con lo que proyecta la imagen que me devuelve el espejo todas las mañanas tras levantarme. Sí, puede que rendirse sea un acto de valentía. Puede que sí.

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