Cuenta la Biblia (1Sam 9) la historia de Saúl. A mí me fascinan estas narraciones, y muchas veces me veo reflejada en ellas. La de Saúl me hace gracia de forma especial últimamente. Dice:
"En cierta ocasión se extraviaron las burras de su padre Quis, y éste le dijo a Saúl: «Toma a uno de los criados y ve a buscar las burras.» Saúl y el criado se fueron y cruzaron la sierra de Efraín, hasta pasar por la región de Salisá, pero no las encontraron. Pasaron también por la región de Salín, y después por el territorio de Benjamín, pero tampoco allí las encontraron. Cuando llegaron al territorio de Zuf, Saúl le dijo al criado que lo acompañaba: —Vámonos. Debemos regresar, no sea que mi padre comience a preocuparse más por nosotros que por las burras".
En esas estaba el pobre Saúl, más perdido que un chino en un garaje, de acá para allá, buscando unas burras, cuando lo encuentra el profeta Samuel y lo unge rey de Israel en nombre de Dios.
A veces nos ocurren estas cosas. Salimos a buscar a saber qué, algo que quizás sentimos que se nos ha extraviado, y empezamos a dar bandazos, de una comarca a otra.
Yo ando así, a lo Saúl, esperando que en algún momento se encienda la chispa adecuada, la que me haga ver la verdad: ¡que es Dios en realidad quien ha salido a buscarme a mí!.
Me encontrará, sin duda, bastante perdida, buscando burras...
1 comentario:
hay gente que busca burras, mucha más de la que tu te crees...
por alguien que busca burras estoy yo como estoy...
besitos
ciao!
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