
Todo esto me parece una tremenda locura. No sé cómo se las ha apañado Dios para mandarme allá sin darme tiempo a pensarlo siquiera un par de días. Él no tiene miedo, porque no desconoce nada. Cuenta con todo, porque todo lo sabe, y por eso juega sus cartas a la perfección. Y sabía que llegaría mi cuenta atrás y me moriría de miedo. Quizás por eso no me dejó pensármelo. Quizás -por fin- me espere algo bueno. Quizás sólo tenga que confiar. Como hace Hadasita. Ella prepara su maletita en un plis-plas, mete su osito, su libro de cuentos, y su vestido favorito; y ya está lista para lo que venga. Si la llevo yo, siempre viene contenta: jamás duda que iremos a algún sitio bueno. Los niños son así. Mi peque es así. Y así quiero ser yo.
"Tres...". Yo sigo como loca buscando mi pasaporte entre las cajas del traslado; y mi niña ya está lista, preguntando sin parar: "¿Nos vamos ya? ¿Falta mucho? ¿Cuándo nos vamos?". Carry corretea moviendo el rabo con la lengua fuera, dando vueltas a nuestras piernas, sin entender nada: ni la alegría de Hadasita ni mi miedo. Imagino que Dios andará mirándonos a las tres con infinita ternura...
No hay comentarios:
Publicar un comentario