Creo que el Espíritu Santo revolotea sobre su Pueblo.
Creo que los laicos tenemos la responsabilidad de escucharlo.
Creo en la conciencia iluminada por la Palabra, los Sacramentos,
la Tradición y la oración.
No creo en los laicos cobardes.
En los que callan y tragan para ahorrarse disgustos y problemas.
No creo en los laicos que no trabajan por la Iglesia;
que se sirven de ella sin más.
Creo en los consagrados que viven con y para los laicos.
Creo en una Iglesia que sabe decir sí y no.
Creo en la obediencia con cabeza, en conciencia,
y sobre todo fiel a lo que realmente "huele" a voluntad de Dios.
Creo en la corrección fraterna.
Creo en el diálogo y la escucha.
Creo en el disgusto y en el perdón.
Creo que al Cielo se va siempre juntos.
Y no creo en quienes separan, dividen, y se ensalzan sobre otros.
Creo en la humildad como signo indiscutible de santidad.
Y creo que el Buen Dios remediará el dolor que la Iglesia de Valencia está sufriendo gratuitamente estos días.
Porque Dios es justo. Y fiel. Y Padre. Nuestro.
Y lo creo porque así me lo dicta mi sensus fidei.