Ha llegado el fin de curso.
Ha sido un año duro, difícil, agotador,
con una mudanza de por medio
y muchas cosas personales que no vienen a cuento.
Pero como cada fin de año,
igual que como cada noche en el examen de conciencia,
quisiera decirle al Señor tres palabritas:
gracias, perdón, y ayúdame más.
Gracias por mi trabajo.
Porque tengo trabajo. Porque es un buen trabajo.
Porque me hace ser mejor persona y mejor cristiana.
Porque si meto la pata puedo perdir perdón y sacarla
y aprender, como poco humildad.
Gracias por las manos tendidas,
por las palabras de apoyo en los momentos más duros,
por la fe en mi valía personal
por encima de mis muchos defectos.
Gracias por la amistad.
Gracias por la ocasión de poder ayudar a otros,
por el privilegio de ser instrumento tuyo
entre los más pequeños.
Gracias especiales este año por R,
por su cariño, y sobre todo por su ejemplo.
Perdón por los tropiezos, por los enfados,
por el cansancio, por la ingratitud.
Por las veces que he perdido la paciencia.
Por las que he hecho daño aun sin querer.
Por los días que no he tenido fuerzas para más.
Por mis pecados: los públicos
y los que sólo Tú conoces.
Ayúdame más, Señor.
A tratar a los demás con el amor con el que Tú me tratas a mí.
A ser más generosa, sin condiciones.
A seguir sonriendo pese a las dificultades.
A no desesperarme si las cosas no salen como quisiera.
A recomenzar de tu mano después de cada tropiezo.
A aceptar que no llego a donde quisiera,
y que si llego a donde llego es gracias a Ti.
En tus manos, Señor, dejo mi fin de curso.
Si he aprobado o suspendido, Tú dirás.