Soy de la UNED.
Y por tanto, esta semana tampoco se me puede hablar.
Ocurre con todos los alumnos de la UNED de toda España y parte del extranjero estos mismos días.
La semana pasada no había quien me hiciera levantar la cabeza del libro.
Ésta es todavía peor, porque estoy de exámenes.
Está claro que lo importante es aprender, y estos meses he aprendido cantidad.
Pero a veces no basta conformarse con participar: ¡hay que ganar!. Y yo quiero aprobar, además de saber.
Hadasita y Tesa, que son más buenas que el pan, se pasan los días con sus juguetes, en el sofá, manteniendo un ambiente de silencio más que respetable por mí. No acaban de entender mis nervios, mi encerramiento, mi seriedad. Traté de explicarles:
- Es que quiero ser psicóloga, ¿sabéis?, para tratar de ayudar a la gente a ser un poco más felíz.
Las dos callan, mirándome con esos ojitos que lo dicen todo:
- ¿Y para eso hacen falta tantos libros? ¿Por qué no los dejas y te vienes a jugar con nosotras?
Una se acerca y me da un besito tierno. La otra que nos mira ponernos cariñosas, se lanza a toda velocidad, y nos llena de lametazos.
- Necesito estudiar; porque algún día quiero poder hacer entender a otras personas que estas pequeñas cosas pueden ayudarles a ser más felices.
Y vuelven al sofá, en silencio, con sus juguetes, mientras yo me tomo una tila para enfrentarme al tocho de Psicobiología del que me examino hoy.
lunes, 25 de enero de 2010
lunes, 4 de enero de 2010
Psicología (I)
Creo que todavía no he comentado que me fascina mi nueva carrera. Cuando encuentras algo que te gusta y te llena, el estudio es... puro placer. Se llama "motivación intrínseca".
Me he dado cuenta que, cuanto más sé, más entiendo por qué la gente hace lo que hace . Lo que no significa que esté de acuerdo, ni que comparta las actitudes de todo el mundo.
Ahora comprendo perfectamente por qué la gente se autojustifica para poder convivir con sus propias disonancias cognitivas. Entiendo que las personas se quemen en el trabajo, por la carencia de incentivos. Que es mentira que los polos opuestos se atraen, y que las parejas que tienen más probabilidades de prosperar son las que tienen más cosas en común. Entiendo que es casi imposible encontrar verdaderos amigos en el curro, porque al trabajo se va a trabajar, no a hacer vida social.
La gente se siente mal porque se autoengaña en vez de ser coherente; porque trabajan en cosas que detestan la mayor parte del día por ganar cuanto apenas lo justo para pagar el techo donde duermen, sin sentirse ni valorados ni útiles ni recompensados por este esfuerzo; lógicamente las rupturas amorosas llevan a un estado de melancolía que roza el duelo, y más si se ha gastado energía a borbotones en pretender que llegue a puerto un barco fantasma; y es realmente frustrante esperar, influídos quizás por las series de TV, que los compañeros de trabajo se comporten como amigos en momentos clave. Entiendo todos esos sufrimientos de andar por casa, y además he descubierto la buena noticia de que todos tienen tratamiento.
Todas las cosas tienen un motivo. Los creyentes lo llamamos Providencia. Yo puedo decir que estos dos meses largos de baja por enfermedad han sido providenciales para mí; porque he tenido tiempo para enamorarme de una carrera que, en más o menos años, espero acabar; y que me puede servir para hacerme capaz de ayudar a los que se acerquen a mí a sentirse un poquito mejor, a ser un pelín más felices.
Os dejo con una foto de algunos de mis compis de la facu, futuros psicólogos, agentes en potencia del bienestar de muchos otros. Majos, ¿verdad?
Me he dado cuenta que, cuanto más sé, más entiendo por qué la gente hace lo que hace . Lo que no significa que esté de acuerdo, ni que comparta las actitudes de todo el mundo.
Ahora comprendo perfectamente por qué la gente se autojustifica para poder convivir con sus propias disonancias cognitivas. Entiendo que las personas se quemen en el trabajo, por la carencia de incentivos. Que es mentira que los polos opuestos se atraen, y que las parejas que tienen más probabilidades de prosperar son las que tienen más cosas en común. Entiendo que es casi imposible encontrar verdaderos amigos en el curro, porque al trabajo se va a trabajar, no a hacer vida social.
La gente se siente mal porque se autoengaña en vez de ser coherente; porque trabajan en cosas que detestan la mayor parte del día por ganar cuanto apenas lo justo para pagar el techo donde duermen, sin sentirse ni valorados ni útiles ni recompensados por este esfuerzo; lógicamente las rupturas amorosas llevan a un estado de melancolía que roza el duelo, y más si se ha gastado energía a borbotones en pretender que llegue a puerto un barco fantasma; y es realmente frustrante esperar, influídos quizás por las series de TV, que los compañeros de trabajo se comporten como amigos en momentos clave. Entiendo todos esos sufrimientos de andar por casa, y además he descubierto la buena noticia de que todos tienen tratamiento.
Todas las cosas tienen un motivo. Los creyentes lo llamamos Providencia. Yo puedo decir que estos dos meses largos de baja por enfermedad han sido providenciales para mí; porque he tenido tiempo para enamorarme de una carrera que, en más o menos años, espero acabar; y que me puede servir para hacerme capaz de ayudar a los que se acerquen a mí a sentirse un poquito mejor, a ser un pelín más felices.
Os dejo con una foto de algunos de mis compis de la facu, futuros psicólogos, agentes en potencia del bienestar de muchos otros. Majos, ¿verdad?
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