¿Para qué los timbres de sangre y nobleza?
Nunca los blasones fueron lenitivo
para la tristeza de nuestras pasiones.
No me des coronas, Señor, de grandeza.
¿Altivez? ¿Honores? Torres ilusorias
que el tiempo derrumba.
Es coronamiento de todas las glorias
un rincón de tumba.
¡No me des siquiera coronas mortuorias!
No pido el laurel que nimba al talento,
ni las voluptuosas guirnaldas de lujo y alborozamiento.
¡Ni mirtos ni rosas!
¡No me des coronas que se lleva el viento!
Yo quiero la joya de penas divinas
que rasga las sienes.
Es para las almas que Tú predestinas.
Sólo Tú la tienes.
¡Si me das coronas, dámelas de espinas!.
(Liturgia de las Horas)
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