Así que, después de la resaca de las elecciones de ayer
y de la incertidumbre sobre a dónde nos llevarán;
mirando el plan de trabajo para esta semana
que es un batiburrillo de acciones que no me competen;
con mi cuerpo haciendo de las suyas,
que a estas alturas ya parece haber perdido toda lógica
y merecer ser un capítulo nuevo de House;
a menos de una semana de mi cumple,
y sin querer todavía hacer balance de los daños
que ha ocasionado mi último año de vida;
con una perspectiva de vacaciones reales de unas 16 horas,
y sin tener ni idea de qué hacer con el resto del tiempo;
estando en éstas, va y de golpe me cae un lunes.
Pero mira: resulta que me importa todo un pimiento.
Sorpresa, para mí la primera.
Después del rojo el semáforo pasa a verde;
y quizás me pierda, porque no sé muy bien adónde voy.
Pero meto primera y suelto el embrague,
y el coche vuelve a rodar, en principio adelante.
Empiezo de nuevo a circular
con la única certeza de que, si lo hago,
es porque Dios es gasolina. O diésel, depende.
Y me voy a la ducha sonriendo,
pensando que tal vez le haga gracia
que una licenciada en Teología lo defina así.
¡Hala, a ver si hay suerte y esta vez
no empezamos en Malilla y acabamos en Pinedo!
Y si al final parece no haber salido bien,
todavía mañana podremos empezar de nuevo.
2 comentarios:
MEC MEC... PISTA QUE VOOOOOOOOOOY
Lo que me gusta de ti es que cuando parece que todo está en contra, das al contacto y...
ROOAAAAAAAR!!
¡Gracias, Angelito!
A lo largo del día me llegó por correo el carnet de conducir definitivo. No creo en las coincidencias... :)
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