Jueves santo.
Muchas cosas que contemplar.
Quizás una que siempre me ha llamado la atención es ese lavatorio. Jesús arremangado, de rodillas frente al discípulo, con sus sucios pies entre sus benditas manos...
A veces, viendo al sacerdote en los Oficios hacer este gesto, me he preguntado si en algún momento podría sentir asco. Y si esto es posible en una celebración en la que, quienes van a lavarse, van ya bien limpitos y preparados, ¿fue posible también en aquella Última Cena en la que los Doce traían los pies como se los había dejado el duro camino?.
Mi respuesta es que no.
Y la justifico en lo siguiente:
nuestra soberbia, nuestro orgullo, nuestros odios, nuestras disputas, nuestros egoísmos, nuestros desprecios, nuestras mentiras, nuestras traiciones, nuestras desesperanzas, nuestras impurezas, nuestros abusos, nuestros silencios, nuestra falta de fe, nuestra comodidad, nuestra cobardía, nuestro desamor...
todas esas cosas ahí están, y Jesús las ve.
Nosotros, como aquellos leprosos, aquellos ciegos, aquellas prostitutas, aquellos publicanos, aquellos paganos, aquellos paralíticos, aquellos endemoniados, aquellas adúlteras, aquellos hombres y mujeres del Evangelio tan pecadores como tú y como yo, nos presentamos ante el Señor con... ¿los pies? ¡las almas! sucias, sucísimas.
Y Ėl no nos huye, no le repugnamos.
No, a Ėl no.
Y nos lava, los pies con agua,
las almas con Sangre.
Mi respuesta es que no.
Y la justifico en lo siguiente:
nuestra soberbia, nuestro orgullo, nuestros odios, nuestras disputas, nuestros egoísmos, nuestros desprecios, nuestras mentiras, nuestras traiciones, nuestras desesperanzas, nuestras impurezas, nuestros abusos, nuestros silencios, nuestra falta de fe, nuestra comodidad, nuestra cobardía, nuestro desamor...
todas esas cosas ahí están, y Jesús las ve.
Nosotros, como aquellos leprosos, aquellos ciegos, aquellas prostitutas, aquellos publicanos, aquellos paganos, aquellos paralíticos, aquellos endemoniados, aquellas adúlteras, aquellos hombres y mujeres del Evangelio tan pecadores como tú y como yo, nos presentamos ante el Señor con... ¿los pies? ¡las almas! sucias, sucísimas.
Y Ėl no nos huye, no le repugnamos.
No, a Ėl no.
Y nos lava, los pies con agua,
las almas con Sangre.
"Haced esto en memoria mia".
Y el sacerdote hoy se ciñe la toalla,
se arremanga el alba y lava los pies.
Sí. El mismo sacerdote que se sienta día tras día en el confesionario donde nos espera otro lavatorio,
de amor y de perdón.
Gracias al Señor por este enorme regalo, y a los sacerdotes de mi vida por actualizarlo en mí.
Y el sacerdote hoy se ciñe la toalla,
se arremanga el alba y lava los pies.
Sí. El mismo sacerdote que se sienta día tras día en el confesionario donde nos espera otro lavatorio,
de amor y de perdón.
Gracias al Señor por este enorme regalo, y a los sacerdotes de mi vida por actualizarlo en mí.