A lo largo del camino de la vida tropezamos muchas veces -unos más que otros- y las heridas son inevitables. Yo tengo en mi cuerpo cicatrices que jamás se irán. Otras desaparecieron sin que yo me diera ni cuenta.
Las heridas están. Porque hay caídas (algunas evitables, en ello estamos ¿no?). Pero las personas que nos ayudan a curarlas también están. No siempre son médicos, aunque a veces sí... En cualquier caso, todos son grandes especialistas.
Esta entrada se la quiero dedicar a esos amigos que ponen el hombro cuando necesito llorar; a los que intentan alegrarme el día con alguna sorpresita; a quienes me ofrecen su compañía en los momentos malos: a Chon, a Ali, a Bru, y a Gabyta, especialmente; a mis hermanas y las merienditas de los domingos, y las llamaditas de teléfono de mi hermano desde Madrid; a D.Javier y D.Santi y Angelito, por cuidar de mi alma; a Gaby por cuidar de mi cuerpo; a Jesús, por cuidar de mi psique (la foto la saqué se su consulta); a los "desconocidos" que entran por aquí y dejan su mensajito de apoyo; y a Dios, por ponérmelos a todos en el camino.
Tengo un muy buen "botiquín de curas". ¿Vosotros no?
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