Pepita vivía sola con su gato. Tenía un trabajo inútil y agotador, pero al menos le daba para pagarse las habichuelas. En sus ratos libres le gustaba leer y hacer punto de cruz. Era una gran aficionada al mercadito de los jueves y al chocolate en todas sus versiones.
Ocurrió que un día Pepita empezó a tener problemas de salud. No eran muy graves, pero sí contínuos. Una gripe aquí, un desmayo allá, una pierna rota, una contractura muscular, alguna operación un pelín más complicada, algo de insomnio... La familia bien, gracias: cada uno en su casa y Dios en la de todos. Los precios subían pero el sueldo no. En un país donde que te concedan una hipoteca era tan poco probable como que te tocara la lotería, encontrar un piso de alquiler decente era una aventura sin fin, con lo que de inestabilidad supone el tema. Pisito con 3 habitaciones, una siempre reservada a las cajas que jamás se desembalan, siempre listas para el siguiente traslado. El trabajo cada día parecía más duro, pese a que siempre hacía lo mismo. Y Pepita, ese día, se dió cuenta. Todo le pesaba. Nada le hacía feliz. Parecía que donde ponía sus sueños todo se desvanecía, que aquello que tocaba dejaba de brillar automáticamente. Se sentía la anti-Midas. Y se preguntó: ¿me habá echado alguien un mal de ojo? ¿en qué momento de mi vida me metí en un agujero negro?.
Pepita, muy cansada ya de todo, quiso buscar alguna solución; porque no dijeran que se rendía sin siquiera intentarlo. Primero fue el Yoga, aunque por horario tuvo que dejarlo pronto. Se apuntó después a un gimnasio, perdió 20 kilos y se echó un noviete. Le duró 6 meses, el tiempo que tardó en querer darse cuenta que estaba siendo utilizada como segundo plato. Desesperada acudió al psicólogo. Al principio el Prozac le ayudaba, pero con el tiempo volvió a sentirse cada vez más vacía, como su cuenta corriente. Y agotada. Y enferma, al menos de melancolía. Su corazón latía de forma extraña, y perdía sangre no sabía bien por dónde. Y los flujos eran cada vez mayores. No se atrevía a hacer nada, a esperar nada, a soñar con nada; pensaba que todo lo noble del mundo sobre lo que ella pusiera sus manos quedaría impuro. Ella misma se sentía impura. Un año tras otro, a Pepita en el barrio acabaron por llamarla "la hemorroísa" (Mc 5, 21-43).
La noticia llegó a sus oídos, como un cotilleo a la cola de la caja de Mercadona. El Hombre que había dicho "Dichosos los pobres"; Aquél que había dado de comer a más de 5000 personas en la ladera del monte; aquel varón joven que hablaba de ovejas perdidas, de hijos pródigos, de pecadores invitados a un banquete... andaba por la ciudad. Y una chispa de esperanza, quizás la última, movió a Pepita a ir a su encuentro. Y todos conocemos el final de la historia. Lo que no entiendo es cómo es posible que sabiéndolo, sigamos dejándonos la fortuna y las fuerzas en remedios inútiles. ¿Hasta cuándo nos tendremos que agotar nosotros solos para empezar a pensar en serio que tal vez sea cierto ese "Sin Mí no podéis" (Jn 15,5)?. Él camina delante de nosotros. ¿Quién tendrá la fe suficiente para acercarse el primero a rozar siquiera su manto?
3 comentarios:
Buenos días / tardes creo ya:
¡¡¡Pepa, Pepita, Pepa!!!, como diría un personaje llamado Avelino de una serie de una cadena privada. La historia de Pepita a mi me parece fascinante, creo que como la mayoría de las vidas de las personas, puede decir al menos una cosa con convicción, ha vivido la vida y la ha saboreado.
No todo en nuestras vidas, al igual que la de Pepita, nos sale bien, pero la vida son eso, experiencias que de un modo u otro, forman parte de lo que somos. Yo tengo una teoría, discutible o muy discutible para ser más exactos, el pasado simplemente es una referencia para saber lo que no queremos o bien lo que queremos, no es más que eso un referente, que no podemos convertir en una cruz personal.
El resto de cosas que dice Pepita, pues todos las hemos pensado ó hemos vivido en alguna ocasión de un modo u otro, pero lo importante ante todo no es lo que hayamos pasado, si no que lo hayamos superado de un modo u otro hasta llegar a donde estamos.
La vida es demasiado corta, al menos eso pienso yo para desperdiciarla con lamentos, la veo más como un CD o un DVD, de ti depende tragarte todo sin escoger, o bien buscar las pistas que representan algo para ti y disfrutarlas.
Creo que hoy en día muchas personas ponen la pista 1 y hasta la 80 o la 90 o las que tenga el CD de su vida, se la tragan sin pestañear, a mi me gusta más como Pepita experimentar, revolverme y escuadriñar todas la pistas, si no me gusta cambio, si no acopla cambio, pero tengo claro como programar el CD en resumen (se lo que quiero y lo que no quiero) y eso lo he aprendido saltándome muchas pistas, partes de mi vida han sido oyendo la música, pero sin escuchar la letra, otras ambas cosas y otras solo he leído la letra... no somos un molde, creo que Dios no nos creo libres para que lo fuésemos, nos hizo libres para que aprendiésemos a escoger en la vida los caminos que queremos seguir...
Veo que Pepita lo tiñe todo de un tinte demasiado dramático y tampoco debe ser así, detrás de Pepita, Susanita, Lola ó cualquier otra hay otras muchas vidas a las que se le ha aportado cosas, vidas que se han rescatado con ayuda de Pepita y muchos logros que supongo que tendrá y que no ha querido compartir Pepita con nosotros, quizás por ser una persona sencilla, pero ¿qué ha hecho Pepita de bueno en la vida que no aparece en la historia?, eso lo desconocemos, esta ahí, pero Pepita se ha centrado solo en lo malo de su vida, cuando ha habido muchas cosas buenas...
Un día siempre me acordaré, después de comer un Domingo, en la sobremesa del café hablando de la importancia del tiempo y de por que se deben hacer las cosas cuando tocan dijo... el tiempo, los segundos que están pasando en este momento mientras hablamos, nunca volverán a pasar, es tiempo que por mucho que corras nunca recuperarás por que cada segundo es exclusivo y debes aprovecharlo... por ello entiendo que si cada segundo es exclusivo lo es para lo bueno y lo malo y creo que no todos los segundos de la vida de una persona puedan ser malos, habrá habido comienzos buenos, historias felices y logros personales que están grabados en la vida de Pepita y que seguro que son buenos.
Pepita encontró a Dios y eso es bueno, pero Pepita también debe reconocer que para llegar a él, su interior, su mente y su alma, deben estar limpios, transparentes, para llegar a reconocerlo... con lo cual, lo que es importante de Pepita más allá de sus logros como persona, es su interior, lo que le ha llevado a concluir... “ Que sin el, no podemos “.
Un abrazo a tod@s
no diré nada de pepita... si de la columna de la izquierda... esa pepita... s vida cambio... ahora si pudo decir el TU con mayusculas y el ESTAS de verdd... y el cerca y tan cerca...
¿podrías ponernos más "pastillas energeticas" de estas? en menos de un minuto te ponen a la velocidad de la LUZ... de DIOS...
Jacobo, solete: creo que no has entendido lo que he querido decir contando la historia de Pepita. Léela despacito otra vez, ¿sí?.
Angelito: os pondré más "pastillitas", lo prometo. Me alegra que te gusten.¡Qué guay, alguien lee la columna de la izquierda! :)
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