Uno de los cuatro lugares más especiales que he tenido el privilegio de ver en persona es éste: el Monte Tabor. Los otros tres son, sin duda, el Lago Tiberiades, el Santo Sepulclo, y la Cárcel de Caifás. Son sitios donde la voz de Dios suena con tanta claridad que asusta. Cuando saqué la foto era consciente que no expresaría lo que allí se siente, pero sabía que al verla yo se me pondría de nuevo la carne de gallina: y así ha sido. Fue pisar tierra en la cima del Monte, y el grupo entero quedamos en silencio. Ante el Misterio lo mejor que se puede hacer es callar. Creo que hay lugares que el Señor quiso dejar especialmente impregnados de su Presencia, y es así de una forma tan real que o te agarras a la barandilla o te caes de culo. Y reto al que no me crea a que lo pruebe por sí mismo. No sé cuántos ateos habrán acabado de rodillas en un sitio así. Imagino que muchos.
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Hice aquel viaje antes que llegara Hadasita. Hoy, buscando la foto para colgarla en el blog, le he contado lo que ocurrió allá hace 2000 años.
- Papá Dios le recordó a Jesús que era su Hijo amado.
- ¿Jesús?
- Sí, Hadasita: Jesús.
- ¿Y yo?
- ¡Pues claro! Papá Dios es tu Papá de verdad, no lo dudes.
- ¿Y tú? ¿Tú también eres su hija amada?
- Eso espero...
- ¿Y Tesa?
- Jajaja, Tesa viene en el pack, ya sabes que no se puede quedar solita; donde estemos tú y yo estará siempre ella.
- ¿Y esa nena?
Ha abierto mi cuaderno de notas y ha señalado la foto de una de mis alumnas al azar. Y se me ha hecho un nudo en las tripas.
- Sí, cariño, esa nena también.
- ¿Papá Dios quiere a esa nena tanto como a Jesús?
- No me cabe duda.
- ¿Aunque saque malas notas y se porte mal?
- Sí, Hadasita.
- ¿Y si sacara buenas notas y se portara bien la querría más?
- La querría exactamente igual. Porque Papá Dios quiere a sus peques sin condiciones.
- ¿Y tú? ¿Tú la querrías exactamente igual?
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Mi niña siempre hace lo mismo. Cuando me ve llorar deja de preguntar y se abraza fuerte a mi cuello. Sabe que algo gordo pasa por dentro. Y ante el misterio lo mejor que se puede hacer es callar. Mis lágrimas contestan solas, con la misma precisión con la que se sigue escuchando la Palabra de Dios en el silencio del Tabor...
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