viernes, 8 de julio de 2011

Un Dios que se duerme

Se me ha dormido Dios.
Creo que hace ya mucho tiempo.
Para mí que ha sido de puro aburrimiento.
Estaría agotado de tanto no poder hacer nada en mí.
Esperando que yo le diera paso, le abriera puerta,
le cediera turno. Sin poder mover ficha sin mí…

Pero es que he estado bastante ocupado últimamente.
Al menos los últimos 25 años.
Entre los estudios, los amigos, los amores, el trabajo, el matrimonio, el piso, el coche, más trabajo, los niños, los préstamos, las crisis, las discusiones, más trabajo, la muerte de mi padre, la enfermedad de la suegra, mi separación, mi divorcio, la casa nueva, más trabajo, mi novia con mis hijos, los amigos, la bebida, y alguna que otra cosa más, apenas he tenido un segundo para acordarme que tenía a Dios en “llamada en espera”. Y claro, se me ha dormido.

¡En el fondo es culpa suya!.
¡Podría haberme insistido un poco más!
¡Qué manía con la dichosa libertad!
¡Y anda que no me ha hecho falta!
Mi vida ha sido bastante tormentosa.
Aun ahora me siento bien ahogado.
Pero ha pasado tanto tiempo que me da miedo hablarle;
no se vaya a molestar si le despierto…
Tampoco recuerdo bien ya su nombre. ¿Cómo le llamo?:
¿”Tú, al que el viento y el mar obedecen”?

¡Hasta el viento y el mar…
y a mí se me ha dormido!

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