La noche del 31 de diciembre al 1 de enero, los españoles damos la bienvenida al año nuevo. En este caso, además, a uno especialmente bonito: el 2020. Y lo hacemos como siempre (es una de las pocas tradiciones que todavía se nos permite conservar): con las campanadas de la Puerta del Sol de fondo, comiendo 12 uvas, una por campanada. Tras las uvas besamos a la familia y amigos que nos rodean, y brindamos para que el nuevo año nos traiga felicidad.
Es una costumbre bonita.
Algunos, por rellenarla de una buena dosis de superstición, añaden más detalles: hay que llevar una prenda roja, a poder ser la ropa interior; y poner algo de oro en el fondo de la copa, una alianza por ejemplo; y poner el pie derecho adelantado, para empezar con buen paso el año; y pedir un deseo en cada una de las uvas. En fin, aquí encontramos cosas de todo tipo.
Pero no en todas partes ocurre lo mismo.
Para empezar, el año nuevo se celebra en fechas diferentes según donde vivas. Así, en China es en febrero coincidiendo con la fiesta de la primavera; en Tailandia el 13 de abril; en Etiopía el 11 de septiembre; en Israel con la llegada del otoño...
Con respecto a las tradiciones, en Italia tiran trastos viejos por las ventanas, y comienzan el año besándose y comiendo lentejas; en Holanda se visten con trajes y sombreros divertidos, y van a las playas o a los lagos a bañarse, bien fresquitos; en Dinamarca dan un salto (desde una silla, o desde la cama o el sofá), como signo de las dificultades que lleguen se van a poder saltar; en Ecuador hacen un monigote que simboliza el año viejo, y lo queman; en Filipinas las mujeres se visten de lunares para atraer la fortuna; en Japón son 108 campanadas, que simbolizan los 108 pecados terrenales a alejar durante el nuevo año; en Irlanda golpean las paredes y las puertas con una barra de pan, para que no les falte alimento durante los siguientes 365 días... En fin, todo un mundo de costumbres de lo más variado y colorido.
Los cristianos comenzamos el 1 de enero pidiendo a Dios que nos bendiga, que nos proteja, que ilumine su rostro sobre nosotros, que nos conceda su favor, que se fije en nosotros y que nos conceda la paz (Num 6, 24-26). No está mal.
Y Dios comienza cada nuevo año recordándonos que tenemos a su Madre de nuestro lado, que es también Madre nuestra. Que para que nos vaya bien no hace falta comer uvas, ni dar saltitos, ni vestir de lunares, sino agarrar a María de la mano y dejar que nos lleve a Jesús. Así de sencillo y así de seguro.
Yo quiero unirme al sentir de Dios en este día, y brindar por la Madre que lo parió, y aplaudirla, y mandarle un beso con todo el corazón. Me coloco bajo su manto azul cielo, bien cobijada, y le pido que no me deje salirme de ahí, que no me pierda un segundo de vista como hacen las madres con sus pequeños, y que se me pegue un poco de su fortaleza y de su confianza en la voluntad de Dios.
Le pido también por mi país, España, que está viviendo uno de sus peores momentos históricos como nación, que ha perdido el norte al abandonar la Fe y los valores cristianos, que va a la deriva y necesita urgentemente del cuidado de una Madre que le enseñe de nuevo a dar los primeros pasos en la buena dirección.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
Y a todos los que me leéis, desearos un feliz 2020, ¡faltaría más!.
Que seáis buenos, que permanezcáis unidos, que os vayan bien las cosas, y si es posible hasta que os toque la lotería. Que os traigan muchas cosas los Reyes, y que el próximo 31 de diciembre tengáis mil trillones de motivos nuevos para dar gracias a Dios.
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