Cortar los hilos.
Cuesta, como costó también atarse.
Quisimos con todas las fuerzas ser marionetas.
Anhelamos el aplauso, el reconocimiento, la aceptación. Y nos vendimos.
Y ahí están los hilos: son tan finos que apenas se ven.
El hilo de la vergüenza, el del temor al rechazo,
el del miedo al sufrimiento o a la soledad.
El guión era sencillo: la cultura de la tele, el lenguaje de la calle, la moral de la masa.
Vamos donde nos llevan. Hacemos lo que nos dicen.
Dedimos lo que esperan oir.
Y no vivimos: actuamos. Como las marionetas.
Acaba la función y a la cama. Hasta la próxima.
Soltarse es doloroso. Bajar del escenario y pisar la calle.
Vivir la vida cotidiana, corriendo el riesgo de pasar desapercibidos,
de no resultar "guays", de no estar a la moda,
de ser criticados por pensar y vivir de manera diferente.
Ser coherente está mal visto. La integridad no vende.
Soltarse es arriesgado. Como lo es decidir por uno mismo.
Porque te puedes equivocar. Te puedes caer. Puede doler.
Vivir es eso: una aventura.
- Pero al fin y al cabo, si me suelto del Mundo...
¿no es para atarme de nuevo a otro Amo?
¿No somos también marionetas de Dios?
- No, Hadasita. No somos marionetas.
Porque las manos de Dios no están arriba, sujetando los hilos,
sino abajo, sosteniendo a sus hijos...
"Cuando caemos, no caemos más abajo de las manos de Dios".
1 comentario:
"Qué títeres tan ridículos somos; qué vulgar el escenario en el que bailamos", leía el teniente Sommerset entre las anotaciones de los cuadernos de John Doe en la película "Seven".
Y es que es así, muchas veces, se cae en el error de imitar los movimientos de los demás por no dejar de "estar en la onda", para conseguir aceptación, por esquivar la soledad, para garantizarse el éxito... Una auténtica pena la carencia de espíritu crítico de esta sociedad, que con pasividad asume que ha de seguir el camino trazado por otros, someterse a la esclavitud de las modas y renunciar a sus principios para aferrarse a lo socialmente aceptado, a lo políticamente correcto.
Personalmente pienso que, aún a riesgo de no triunfar entre nuestros iguales, es de mayor valentía y honestidad ir contracorriente. Y si el mundo por ello nos odia, sabemos, como dice la Escritura, que le odió a Él primero. Porque ahí está Cristo, acogiendo como propias nuestras heridas, muriendo en la cruz para que nosotros podamos vivir. Sus heridas, constituidas por todas las nuestras, con las que Él ha cargado al cargar la cruz, nos han salvado. No hay mayor motivo que ese para decidir "pasar" de seguir a los falsos ídolos que la sociedad actual nos intenta imponer, prometiendonos todo y no dándonos nada al final, y decidir dejarlo todo y seguirle a Él, Camino, Verdad y Vida, sabiendo que, si buscamos primero el Reino de Dios y su Justicia, Él nos dará las demás cosas.
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