sábado, 27 de septiembre de 2008

Sentimientos (I)

Ordenando libros en casa, he dado con un curioso "Diccionario de sentimientos". El índice es extenso: deseo, calma, desasosiego, amor, ira, aburrimiento, miedo, valor, trsiteza, alegría, culpa, vergüenza...

Es complejo este mundo de los sentimientos en las personas humanas.
Yo estudio mucho a Carry, me llama cantidad la atención. Sé que ella tiene sentimientos. La veo contenta, triste, contrariada, pletórica, juguetona. A mí me quiere con locura, y cuando llego del trabajo y entro en casa se hace pis de la emoción. Cuando me ve llorar se acerca por delante y me lame las orejas, o se me sube por la espalda y me mordisquea el pelo. Cuando quiere jugar me coge del pantalón y tira de él para llevarme hacia el jardín. Cuando la riño pone cara de compungida, y esconde el morrito entre las patas. A veces tenemos broncas de las buenas, y le caliento el culete con la zapatilla a base de bien. Y entonces se aleja de mí, a una distancia prudencial, medio con miedo, medio enfurruñada. Pero en menos de 10 minutos ya se le ha pasado el enfado, y viene a buscarme, poniéndose panza arriba para que le acaricie la tripita: porque sabe que me encanta, ¡es tan suavita!. Al principio pensaba que ya no se acordaba del enfado, que su memoria era limitada. Pero luego la veo cómo recuerda a la perfección otras cosas. No se le olvida que "seu" es que quiero que se siente, o que "al meu costat" es que no corra, o que "beset" es lametón en la mejilla, o que "anem al carrer" es que coja su correa, que toca paseo. O sea, que memoria sí tiene. Al menos para las órdenes básicas. Pero para los sentimientos... parece que los sentimientos en ella sí tienen fecha de caducidad. Los enfados, la tristeza, esas cosas apenas le duran. En cambio, a las personas humanas nos cuesta un montón pasar página. Es curioso, ¿verdad?. Si nosotros estamos mejor hechos que los perros, en ese dolor prolongado debe haber algo bueno, algo provechoso; aunque todavía no he pillado qué puede ser.

También me he dado cuenta que en Carry y en Hadasita, los sentimientos tienen un fundamento objetivo. Hay causa-efecto. Se disgustan cuando las riño, están contentas cuando jugamos, tranquilas cuando todo está en orden -incluído el horario, por supuesto-, alteradas cuando llueve, melancólicas los lunes...
En cambio las personas mayores hacemos cosas raras.
Nos sentimos mal si pensamos que alguien no nos ha saludado con amabilidad, y sospechamos si nos saludan con "demasiada" amabilidad.
Sentimos inseguridad si nadie comenta el valor de nuestro trabajo, aunque esté bien hecho.
Nos agobiamos y asustamos por cosas que probablemente ocurran, o probablemente no.
Cuando alguien nos hace un favor sentimos que le debemos algo a cambio. No es agradecimiento: es falta de fe en la gratuidad.
No nos ajustamos a lo objetivo. Y tampoco en esto he pillado todavía por qué puede ser.

Carry, Hadasita y yo. Cuando antes he afirmado la superioridad humana sobre los perros, ¿a quién me refería? ¿a mi peque o a mí?. ¿Quién se asemeja más a Dios: el niño o el adulto?.

Me paro a hacer mi oración de la mañana y leo: "Siendo niños no tendréis penas: los niños olvidan en seguida los disgustos para volver a sus juegos ordinarios. -Por eso, con el abandono, no habréis de preocuparos, ya que descansaréis en el Padre" (C.864).

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