Esta noche he estado en el teatro. La imagen habla por sí sola. Buenas voces, buena música, alguna escena bien versionada, poco presupuesto, y un mensaje más que confuso. No hubiese estado de más que el guionista se hubiera parado a leer los Evangelios. La superstar era, sin duda, la Magdalena de OT. El pobre Jesús vive una dramática crisis de fe y de identidad hasta el final. Y el sentido redentor que tiene su sacrificio no se pilla por ningún lado. De todas maneras, el teatro estaba lleno. Señal que el tema sigue interesando. Superstar o no, Jesús no deja indiferentes.
A mi vuelta, Hadasita me ha preguntado por qué no he querido llevarla. Le he explicado que no era de dibus, y le he ayudado a rezar el "Jesusito de mi vida, eres niño como yo; por eso te quiero tanto y te doy mi corazón". Cristología pura y dura. Y de la buena.
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