La otra noche estuve en una exposición de cuadros de un amigo. Era en la planta 14 de uno de los mega-hoteles de top-luxe que hay a la entrada de Valencia. Como soy curiosona, metí la naríz hasta donde pude, incluído el balcón. La vista desde allí era todavía más impresionante que el frío que hacía. Y eché esta foto.
En realidad no se ve nada. Sólo lucecitas. Pero me dió por pensar... Detrás de cada lucecita hay un hogar; y dentro una familia; y dentro personas; y dentro cantidad de histórias. La grandeza y el valor de esas lucecitas es, pues, infinitamente mayor que la de todas las estrellas juntas. La que hay encendida ahora mismo en este cuarto mientras escribo, o la que hay en el vuestro mientras me leéis, también.
Ha empezado el Adviento. Y ha empezado el mes. Y la semana. Y ha pasado otro lunes. Y la historia continúa. Y los que conocemos que somos hijos de Dios sabemos que habrá un final con beso.
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