Se me acerca mi niña, se acurruca a mi lado en el sofá con la mantita encima (hoy hace un frío que pela), y se hace el silencio. Ese silencio que precede a algo importante, y que ya conozco tan bien...
- "Yo no siento a Dios", dice al fin.
Y me quedo más helada de lo que ya estaba.
No sé qué contestar. Finalmente, opto por la verdad:
- "Yo tampoco".
Y de nuevo el silencio.
Hadasita suspira profundamente, y pone sus manitas entre las mías buscando un poco de calor, y acomoda su cabeza en mi hombro...
- Yo no tengo ni idea de a qué sabe Dios: presiento que andará más cerca del chocolate que de las acelgas, porque así me lo pide mi sentido del gusto, aunque jamás lo haya probado. No sé cómo huele Dios: presiento que debe ser algo parecido al jazmín, porque me encanta el jazmín, igual que a tí; pero jamás he sentido su olor.
- ¡No!¡A madalenas recién hechas!.
- Es verdad, Hadasita, el olor de Dios se debe parecer a las madalenas recién hechas.
Y mientras me quedo recordando la delicia de ese olor, sigo pensando... Yo nunca he tocado a Dios: salvo en la Eucaristía, un casi nada que se deshace en un ya. Pero presiento el roce de Dios en el calor del cariño humano que me rodea. Leo cada día la Palabra de Dios, pero no sé cómo suena su voz. Presiento que no tiene voz propia, o que ha hecho propias las voces de sus miles de profetas a lo largo de la historia... puede que a veces suene incluso a mí. Yo nunca he visto a Dios. Presiento que no debe existir hermosura mayor que la suya. He intuído sus ojos en los ojos negros de sus pobres; he presentido sus manos en las manos de los sacerdotes que me absuelven los pecados; estoy casi segura que su sonrisa se parece en algo a la de mis amigos. Pero añoro sentir su abrazo, en vivo y en directo.
Espero un día poder sentir lo que presiento. Y espero quedarme corta. Muy corta.
Espero que mi Hadasita entienda que la fe es justamente eso: presentir. Y que cada vez que huela a madalenas recién hechas presienta que Dios le anda cerca.
2 comentarios:
La hermosura que buscas entá en ti en tu corazón, Dios está en cada uno de nosotros, siempre en todo momento,tu cuerpo es el templo de Dios, ahí mora.
Dios es Luz y cuando uno ora y medita estás en contacto con él, en ese momento tu puedes sentirlo.
es toda la luz que te falta, toda la tranquilidad que se necesita. Él es amor y está en cada gesto de amor que se da al prójimo. Es testigo de nuestros pensamientos y acciones de los buenos y de los malos. El siempre está!
Besos.
creo que lo dijo Tagore...
-¿Donde estás, fruto?
- En tu corazón, flor...
A veces presentimos que podemos ser buenos; el deseo, la oración, el intento pone las alas a Dios... aunque a veces no se vea el fresultado.
En este adviento, la esperanza sabe a verde, huele a chocolate, es del color fresco de la mañana... Y aunque nuestros sentidos se engañen, es cierto que todo tiene sentido, pues Dios está dentro de esas cosas que me pasan.
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