Recuerdo que de niña yo soñaba con ser periodista y tener mi columna fija en un periódico. Soñaba con un ático, chiquito pero bonito, luminoso, y por supuesto sin hipoteca (los sueños, sueños son). Soñaba con un príncipe azul, una cama con sábanas rosas, y un vestido de novia bien blanco. Soñaba con montar a caballo a la orilla del mar, volar en ala delta, abrir la ventana del cuarto y embriagarme con perfume de jazmín. Soñaba con ser especial, cambiar el mundo, hacer mucho bien. Escribir un libro. Plantar un rosal. Y, si venía una niña, llamarla Teresa.
Pero al final toca abrir los ojos, y la realidad se impone. Y -gracias a Dios- suele superar a la ficción. Al menos en sencillez. He descubierto que los príncipes azules no existen, ni falta que hacen: el cariño de mis grises amigos colma con creces mi necesidad de afecto. No soy periodista, pero tengo mi blog, y quizás no muchos menos lectores que si tuviera una columna fija a saber dónde y sobre qué. No tengo casa propia, ni siquiera puedo costearme un alquiler; pero vivo en lo más parecido a un palacio, y por supuesto ni pienso en hipotecas. Duermo en sábanas azules, he plantado el rosal, y está creciendo el jazmín. ¡Y monté a caballo en el Pacífico!. Y la "niña" de la casa se llama Carry, y aunque tiene bastante más pelo del que imaginé, me lo paso bomba con ella. No soy especial, no cambiaré el mundo, pero haré todo el bien que pueda.

No puedo más que dar gracias.
Hemos pisado tierra, al lunes le sigue el martes, y todo está bien.
1 comentario:
"No sueñes tu vida, vive tu sueño".
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