lunes, 31 de enero de 2011
Ciegos de nacimiento
Eso es: no queremos que vea.
Ni cosas bonitas, ni cosas feas. Nada.
No es bueno que un niño vea.
A nosotros nos educaron en la luz,
y hemos tenido que ver cosas terribles…
Hemos visto arrugas en la frente del abuelo.
Hemos visto muerte, enfermedad, violencia.
Hemos visto gente pidiendo en la calle.
Nos hemos enamorado de una sonrisa.
Nos ha tentado la belleza.
Y ese conocimiento, ese amor, esa compasión, nos han hecho sufrir mucho. Sufrimiento inútil. Al final, la vida nos ha enseñado a ocuparnos de nosotros mismos, que es lo único importante.
No es bueno que un niño vea. Mejor esperar a que sea mayor, y que él mismo decida si quiere o no abrir sus ojos.
¿Cuánto mal habré hecho yo por poder ver?
Si no hubiese visto la injusticia, mi silencio no me habría hecho su cómplice. Si no hubiese visto el dolor, mi pasotismo no me habría secado el corazón. Si no hubiese visto la hermosura, mi hedonismo no me habría esclavizado. Si no hubiese visto la paz en el rostro del que sueña, ¡cuánta envidia no habría sentido!
No, definitivamente no queremos que nuestro hijo vea.
Que nadie le hable del sol, ni de la luz, de las estrellas, del rojo del rubor del amor, de la transparencia de las lágrimas, de los colores de la piel, de las miradas que hablan.
Queremos que se lo pierda.
Lo encerraremos en casa. Entre nuestras cuatro paredes y nuestra oscura visión de todo. Porque así será más libre. Y más feliz. Ya lo dice el refrán: “Ojos que no ven…”.
sábado, 29 de enero de 2011
Paula sembrando amor
No sé si he empezado bien. Porque a Paula le da mucha rabia que se diga “es soltera” como parte importante de la presentación de una persona. Como si se llegara tarde al amor, o fuera deficiente o defectuosa por no estar casada. Como si sólo en pareja se pudiera amar. Como si servir a todos no contara… Yo tengo que darle toda la razón. Porque yo no sé si Paula se casará algún día; lo que sí sé es que ninguno de los que la conocemos podemos decir que, hoy por hoy, no ama con toda la intensidad. Me atrevería a decir que puede que hasta más que si estuviera casada…
Paula es una mujer joven, alegre, inteligente, cariñosa, a veces un poco impulsiva, apasionada, muy divertida. Es bonita, es trabajadora, es atenta, muy buena amiga, y no he probado pechugas de pollo rebozadas más ricas que las que ella prepara.
Se levanta temprano. Desayuna, se ducha, y repasa las clases que le tocan ese día. Toma su cartera, saluda al gatito del vecino en el rellano, da los buenos días a la señora María en el ascensor que sale a comprar el pan, y espera el autobús oyendo música en su MP4. A la entrada del colegio, todos los alumnos que la ven llegar, uno a uno, la saludan: “¡Paula!”, “¡Paula!”, fumándose un pitillo sentados en el escalón de algún patio de la acera de enfrente. Y ella les contesta, uno a uno, con su mejor sonrisa.
Entra en el centro y saluda a Conchita, la portera, toda una institución. Ahí está, con el teléfono en una mano, tres alumnos gritones que le piden no sé qué, y una madre nerviosa porque su hija salió de casa sin la carpeta, y o se la da ya o va a llegar tarde al trabajo. Conchita resopla, y Paula le manda un beso al aire y le guiña el ojo. Todo está controlado.
Primera clase. No hay ganas. Les cuesta sentarse y abrir el libro casi 10 minutos. Paula no deja de sonreír. “Os he preparado una ficha de oraciones subordinadas adjetivas; vais a ver como ahora sí entendéis bien lo que os expliqué ayer. ¡Venga, chicos, que es más fácil de lo que parece!. ¿Sacamos un lápiz, sí?”. Unos hacen las frases. Otros no. La mayoría pierden la hoja mucho antes del examen. Segunda hora, más de lo mismo. Y tercera, y cuarta, y quinta…
Hasta aquí. Podría hablaros de la Paula que da clases particulares gratis dos tardes por semana a un alumno que lleva mucho retraso y tiene a sus padres en paro. O de la que se lleva a Pepe al cine cuando lo ve más deprimido de lo normal, “para que se despeje” dice ella. De la Paula que no se olvida de ningún cumpleaños… ni de llamarnos a todos para que ninguno nos olvidemos ningún cumpleaños. De la que ahorra todo el año para pasar el verano en Nicaragua, haciendo lo que mejor sabe hacer: sembrar amor. Y esa siembra suya es fecunda. Porque Paula dice muchas cosas y muy bien dichas con su vida.
Sí: nuestra Paula es Evangelio, Buena Noticia en el cole, en la calle, en el bar, en el mercado, en este y en el otro lado del Charco. Es semilla de Dios, porque Dios es Amor.
Yo la admiro. Aunque ella jamás ha dado ni la más mínima importancia a nada, y cambia rápidamente de tema cuando se le hace algún tipo de reconocimiento. Ella siembra amor, sin mirar la tierra. A puñados. Sin ponerse límites. Y si le pregunto si merece la pena, si no se cansa nunca, si no siente a veces que lo desperdicia, se subleva y se pone roja; y con fuerza pero sin perder la sonrisa, me contesta: “¡el amor siempre merece la pena! ¡Siempre! ¿Voy a tener que prepararte una ficha para que lo entiendas?”.
Y se ríe.
viernes, 28 de enero de 2011
El Sembrador (I)
PD: basado en hechos 100% reales.
lunes, 17 de enero de 2011
17 de enero
Cuando las cosas han salido bien, ella me quiere mucho. Cuando han salido mal, me quiere mucho más. No hay absolútamente nada que yo pueda hacer para que ella deje de quererme: es incondicional, hasta la muerte.
Soy su objeto de estudio y de contemplación. Nada de lo mío se le escapa: ni un gesto, ni una entonación, ni un silencio, ni una lágrima, ni un suspiro.
Al principio, cuando nada de lo que vemos existía, cuando el mundo era caos y oscuridad, antes que la Palabra diera Vida y Luz a todo, Dios pensó en Tesa... y en otros muchos animales domésticos que, como indica el concepto(domus=casa), fueron creados para vivir con los hombres, para estar con los hombres (Gn 1,24).Y vio Dios todo lo que había hecho, y era todo muy bueno.
Y a esta bolita de pelo, cariñosa a más no poder, dulce,tierna, lista, juguetona, pillina, obediente, que se trastorna con un muñequito de goma, que se siente premiada con un trozo de galleta, que da más botes que una pelota cuando regreso a casa del cole; a este peluche, a esta muñeca que regala besos (SyP), por ser tan requetebuena para mí, hoy 17 de enero Dios la ha bendecido. Y eso merecía esta entrada.
PD: Si alguien no ha entendido nada, le recomiendo encarecidamente que se deje adoptar por un perro cuanto antes.
viernes, 14 de enero de 2011
Anhelos de un corazón
Así que una mañana de invierno, Panterpe guardó sus leggins color lechuga, se puso un traje chaqueta con corbata y todo, y salió de su casa buscando hacer negocio. Atrás dejó su Buzz Lightyear de peluche, y su guitarra de tuno, y su poster de Los Beatles, los niños perdidos, y los abrazos del padre... No recuerdo cómo se llamaba su pueblo: sólo sé que era un lugar donde Panterpe juraba mil veces que no volvería "nunca jamás, nunca jamás"...
Y llegó a la gran ciudad, donde nadie era nadie para nadie. Y alquiló un piso en el centro. Se compró un coche, y un portátil, y un iphone de última generación (todo con el dinero que papá le había dado, con los ojos inundados de lágrimas, el día que marchó).
Se apuntó al paro. Y allí se quedó un mes, tres, nueve, doce... Y la pasta empezó a faltar, y con ella los amigos, los amores, los lujos... Las deudas crecieron y los negocios sucios con ellas. A cuánta gente engañó, estafó, robó, defraudó, ni lo sé ni me importa. Porque no me pertenece a mí juzgarle, que yo también fui pródiga. Sólo diré que menos mal que el Padre de Panterpe es el mío, que lo conozco muy bien, que tiene antecedentes claros y reincidentes de misericordioso (Lc 15, 1-32).
Aquella vez ni se esperó a que su niño decidiera volver a casa. Que ya se sabe cómo acaban estas "aventuras a lo adulto". Con las ojeras hasta el suelo de tanto desvelo, con el estómago en un puño y la sonrisa torcida y las manos heladas, se levantó, salió de la casa, y saltando por encima de libertades y respetos y prudencias de todo tipo, se fue a su encuentro. Con cualquier excusa: una lectura, una canción, un recuerdo, una conversación, un silencio, un tiempo oportuno, una oración... Y entre los brazos del Padre bueno el corazón del hijo descansó, sin más anhelo que no perder de nuevo tanto bien...
"Me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; y te cantará mi alma sin callarse" (Salmo 29).
miércoles, 12 de enero de 2011
Como un Padre
Como mínimo.
¡Y ay del que se atreva a tocar a sus pequeños!
Se lo encontrará de frente...
Tú que engañas a mis hijos, que disfrazas la mentira de verdad, lo inmoral de moda, el relativismo de respeto, la pereza de descanso, la soledad de independencia, la superstición de fe... Tú, Satanás: ¡cállate!.
Tú que acobardas a mis hijos, que revientas sus locuras con sensatez de adulto, que les razonas para que no salten, ni bailen, ni arriesguen, ni se esfuercen, ni cambien, ni recen, como quien les vacuna de una plaga... Tú, Satanás: ¡cállate!.
Tú que ensucias a mis hijos, que haces que parezcan quien no son, que tengan más que son, que amen sin amor, que no tengan tiempo de tener tiempo, que ayuden a nadie, que duerman sin sueños, que rían sin ganas... Tú, maldito por siempre en el infierno: ¡cállate de una vez!
Que se callen los demonios que atormentan a mis hijos.
Y resuene la voz del que es niño en todos los caminos de la tierra.
Respiro hondo. Estiro la espalda y levanto mucho la cabeza. Suelto los puños, relajo la frente, y hasta me permito sonreir. Porque Dios es, para mí, como un Padre. Como mínimo. Su vida es para mí. Su amor es para mí. Su fuerza es para mí. Soy el objeto del amor de Dios.
Él es mi escudo, mi protector. ¡Y ay del que se atreva a tocarme! Se encontrará a mi Papi de frente...
jueves, 6 de enero de 2011
Por otro camino...
Recogidos los juguetes, libros, huesos, pelis, etc, todavía encuentro que se nos ha hecho un regalo más. Y es importante. El más importante. Porque será regalo también mañana, y pasado, y al otro... Ahí queda: la posibilidad de recomenzar, de estrenar año, y Reyes, y reloj, y calendario, y agenda, y zapatitos cada día; de ser un poquito más buenas cada instante. Y no para que el próximo 6 de enero se nos llene la mesa del saloncito de regalos: sino porque queremos ser regalo nosotras, como para nosotras lo es Dios.
Sus Majestades también aprendieron esta lección... y después de ofrecer al Niño sus presentes y sus vidas, volvieron por otro camino... Uno nuevo, recién desempaquetado.
domingo, 2 de enero de 2011
Ahora
- Hadasita, ¿tú qué lees aquí?
- A-ho-ra.
Muy bien leído, siguiendo con el dedito debajo cada sílaba con todo el cuidado.
- ¡Ahhhh! ¡Qué chuli! ¡Vas a estrenar el reloj con el año!
Tiene razón mi nena: es chuli. Ese "ahora" pone la hora a punto para que, en cada tic-tac, mi año sea nuevo.
Ayer escuché en una peli: "La vida no se vive por las veces que respiras, sino por los momentos que dejan sin aliento". Y me gustó. Porque según los ojos que miren la realidad, hasta un simple reloj puede ser la cosa más chuli; y se puede vivir en un ¡ahhh! continuo que nos deje sin aliento viendo lo bonito que es lo cotidiano que nos regala la Providencia a cada instante. La vida se dispara... tic... ahora es mejor, mucho mejor... tac... y ahora aún más... tic... ¡y a ver quién nos va a parar!... tac...