Ni Misa, ni procesiones, ni oraciones especiales.
Trabajo mucho, eso sí. ¡Todo el día!.
Imagino a Dios complacido porque hoy Sarah
ha aprendido a trabajar con números enteros,
y a distinguir preposiciones de conjunciones.
Imagino también que le alegrará saber
que mi amiga Itziar no está sola,
porque no la vamos a dejar jamás,
pase por los problemas que pase.
Que aun con dolor de garganta
no me callo ni media palabra de ánimo
a los chavales del cole que están trabajando sus proyectos,
y que pese al agobio me empeño y controlo la ansiedad.
No sé dónde leí una vez que el Señor
prefiere vidas santas que semanas santas.
Así que aquí dejo mi ofrenda de este martes santo,
absolutamente ordinario, y a la vez único e irrepetible.
Hecho de pequeñitos eslabones de amor encadenados.
Con lo que ha dado de sí, que es lo que es,
Él juzgará si mucho o poco. A mí no me corresponde.
Sólo Dios sabe descubrir en lo ordinario
algo valioso a sus ojos.
1 comentario:
Hay días que el ritmo al que nos someten nuestras actividades es vertiginoso, sin dejarnos espacio para tener siquiera un momento de paz. Y es asombroso como hasta en esos días, el Señor encuentra la manera de manifestarse en las pequeñas cosas, de recordarnos que sigue ahí, a pesar de que lo mundano se nos amontone delante hasta el punto que nos obstaculice el verlo a Él.
Milagros cotidianos, Hadasita. Suceden todos los días, pero muchas veces, absortos en nuestros quehaceres, en el frenesí de las actividades que se solapan, unas con otras, en nuestras agendas, no nos paramos a apreciarlos.
Dichosa tú que al final del día, elegiste pararte a analizarlo, y quisiste ver esos milagros y compartirlos con quienes te leemos. Dichosa yo por haberte leído, porque me ayudó a echar el freno, pararme ante Dios y poderle agradecer cómo se manifestó en mi día ayer, un día que como sabes estuvo lleno de contrariedades, pero por suerte, todas se fueron solucionando. Muchísimas gracias.
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