martes, 9 de febrero de 2016

Señales

A poco más de dos semanas de mi examen teórico
no puedo evitar andar por la calle fijándome
en las señales de tráfico que encuentro a mi paso.
Ojalá hubiese también señales que nos orientasen en la vida.
Señales útiles, que indicasen sin lugar a dudas el camino correcto.
No meras señales de prohibición que no llevan a ninguna parte.
He encontrado esta imagen que simboliza cómo me siento a veces:


Yo todavía no he conducido nunca un coche.
Pero sí he viajado bastante sola.
Y cuando no me he aclarado con el mapa
(cosa que me ocurre muchísimo, 
pues mi sentido de la orientación es nulo),
he salido del paso preguntando a la gente.
También he visto a conductores perdidos
bajar la ventanilla y preguntar a algún otro conductor o peatón.
Por eso, aunque a menudo no sé identificar sola
las señales que guíen mi vida,
doy gracias a Dios por las personas que me orientan.
Sus palabras, sus consejos, su tiempo dedicado a mí
son impagables.
Quizás seáis vosotros la señal que el Señor
pone en mi camino para poder seguir caminando,
y salir de situaciones como la que muestra la foto.
Por eso, desde aquí, mi gracias.

2 comentarios:

Hadasita dijo...

Viendo la foto de nuevo, me doy cuenta que todavía permite un "cambio de sentido"...

Angel dijo...

Forges sorprende al lector en sus finales. Pero como es un literato, el camino es lo que trabaja... Es como ese anfitrión que te tiende una encerrona. Pues bien, en uno de sus cuentos aparecen los personajes retándose a ver quien es más listo.
Entonces el primero invita al otro a salir de sus dominios y como la cosa va de laberinto, de fácil no tiene nada. Porque en su concepto el laberinto está construido para que no halles la salida. Y aún más: con un centro en el que se esconde el peligro mortal...
Por supuesto, a base de manifiestos esfuerzos, la víctima logra salir de allí y es cuando le toca la revancha... Ahora el examinador primero es quien será examinado. Y la sorpresa es que no hay absolutamente ningún muro que le impida dónde ir... Y es que ahora el escenario es un desierto.
En la vida hay hombres bonsai. Es algo que oí por ahí: hombres que llevan enroscados alambres invisibles que les traban y les impiden crecer. Algo así como un rodrigón perverso, que deja que te ates a él para no caerte y para que tiendas a lo alto lo más recto posible…
Y también hay hombres que no se atan a nada ni quieren que nada les sujete… Los tales van desparramados, fuera de cauce, de madre, de todo… Es su anhelo ser como el viento que va y viene y no se detiene… Ahí la veleta da vueltas y no va a ningún sitio.
Las señales están para ayudar. Y los límites señalan el barranco, la curva peligrosa, el tamaño de la cancha…
Es bueno dar posibilidades y albedrío para construir la ruta y el proyecto vital que uno quiera. Pero uno va eligiendo una posibilidad, un camino y es así como surge la ruta… Porque hay obstáculos , sean estos como montañas o como un pequeño charco que no quiero pisar… Y para circular interesa saber donde se va y tener una polar, un norte que polarice esa aventura y que marque rumbo.
No tenerlos significa ir dando tumbos, marchar al retortero… Y es que en todo proyecto debe haber una estrategia, un plan que contemple tiempos y procedimientos, elementos y complementos, así como –en la medida de lo posible- contar con recursos que vengan en mi auxilio contra lo imponderable…
La suerte del hombre depende en gran parte de sí. Pero a mí me gusta pensar que este “dasein” que pintan los filósofos no es un mono solitario con meras habilidades para manejarse. Opino que vernos de ese modo es tener un romo concepto de nuestras posibilidades. Porque tal como veo yo la , es capaz de sentido y de trascender su propia realidad y ser persona, hacerse oir, comunicarse para sumar y lograr éxitos y salidas con un alter al que puede llamar amigo.
Si a ti te llama la atención que siempre hay un camino, a mi me llama la atención, no la aritmética de la distancia más corta entre dos puntos sino de hacer más corto ese camino yendo acompañado…
Esos dos tipos del principio, en lugar de hacerle la vida imposible, los veo llamados a hacer esa jornada de camino con un final en torno a una hoguera compartiendo lo que llevan.
¿Acaso no fuiste tú la que me enseñaste que “compañero” es esa persona que comparte ese pan con paz y alegría?
Gracias porque caminamos ya este trecho de años y gracias por tu cálida compañía… de calor y de enriquecimiento a un tiempo, me refiero.

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