Cuando los momentos se hacen eternos,
cada instante es vital,
la tensión se acumula por segundos
y no se puede hacer nada más que estar,
mi mejor refugio es, sin duda, la música.
Y de entre todos los músicos,
mi mejor compañero de viaje, Enrique.
Cuando los días son malos,
y las situaciones objetivamente duras,
la soledad del sufrimiento propio no la rompe nadie.
Pero hay gente, muy poca gente,
mucha menos de la que una piensa en los buenos momentos,
que están ahí, de forma incondicional,
dando lo mejor de sí para ti.
Me gustaría parar el tiempo,
crear una puerta y salir por ella,
y escaparme a un mundo donde todo fuese más fácil.
Y viajar. A Copenhague* por ejemplo.
Pero sigo aquí, en el hospital,
a los pies de la cama de mi mamá.
Y sólo puedo dar las gracias.
A Enrique por su música, compañera fiel.
Y a esa poca gente ¡tan valiosa!:
a Angel, a Nerea, a Mª Ángeles,
a Chiky, a Julio, a Jorge, a Jacobo,
a Jesús, a Manu, a Jose, a Martina, a Itziar...
Y a quienes, aprovechando esta entrada
y leyendo mis palabras, sacáis una oración
por mi familia, en uno de sus momentos más duros.
De los millones de personas que hay en el mundo
sois la poca gente que hace muy grande mi vida.
* Vetusta Morla, "Copenhague"..