Mi mamá está muy malita.
Puede que esté viviendo sus últimas horas entre nosotros.
A veces la miro y creo ver sólo un cuerpo sufriente.
Pero leyendo un libro sobre Viktor Frankl he encontrado
algo importante sobre sentido último de la existencia.
Él, que estuvo en 4 campos de concentración nazis,
descubrió que la vida, incluso en los momentos
en los que parece no ser vida, tiene pleno sentido.
Dice Zarncke: "Incluso en el mayor desposeimiento y degradación
le queda siempre la posibilidad de saberse
de los seguidores de Jesucristo".
Entre esos seguidores está mi mamá.
Dios lleva el control de su barca en este último viaje.
Y sé con certeza absoluta que el Señor la espera en el puerto,
con los brazos abiertos.
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