domingo, 5 de diciembre de 2010

Desafiando a la gravedad (II)

Cada día tengo menos dudas. El Evangelio es para niños y para valientes.
Vale, de acuerdo: y para locos, que son una mezcla de los dos.
No conozco a otros lobos capaces de habitar con corderos sin comérselos, ni a otros corderos capaces de habitar con lobos sin miedo (Is 11, 6).
Sólo los niños, los valientes y los locos pueden dejar a un lado una lista más o menos larga de reproches más o menos fundamentados, saltar por encima de ellos, y optar por amar, porque sí, porque amar es lo único que merece la pena. Y punto. Y todavía más: mirarse al ombligo y dejarse amar, que es el más difícil todavía.
¿Que no tiene sentido? ¿Que no se ajusta a nuestra lógica? ¿Que es lo contrario de lo que nos sale? ¿Que no nos lo pide el cuerpo? De acuerdo en todo. No lo puedo discutir. Por eso titulo esta entrada "desafiando a la gravedad" en vez de "dejándose llevar", por ejemplo.
Y no puedo resistirme a copiaros un trocito de un libro que leí cuando era niña, cuando me sentía valiente y estaba más loca que una cabra...

"Bajó el Espíritu, y me sacó la cabeza de su sitio, y me la puso al revés.
(Gritando)
¡Veo todo diferente! ¡Todo diferente!
Las curvas rectas. Las rectas quebradas. Las quebradas curvas.

¡Amar a Dios!
Lo importante es lo que Él me quiere.
(¡Me quiere!).
¡Creer en Dios!
Lo importante es lo que Él cree en mí.
(¡Tiene fe en mí!)
¡Comprometerse!
Lo importante es lo que Dios se ha comprometido conmigo.
(¡Está comprometido conmigo!).
¡Esperar en Dios!
Lo importante es lo que Dios espera de mí.
(¡Tiene esperanza en mí!).

Cerré los ojos para no marearme.
Los demás me decían: Mira lo que tienes delante.
Yo tenía la cabeza al revés y veía todo diferente.
Lo que ellos tenían de frente yo lo tenía detrás.
Me dolía la cabeza desde el cuello.
Un dolor difuso de hueso desencajado.
La cabeza no encajaba bien en su nueva posición.
Me daba vueltas como un tío-vivo,
mientras resonaban dentro antiguas frases
pronunciadas por verdugos, jueces y fiscales.
Hay que comprometerse. Hay que ganar méritos. Te pedirán cuenta estrecha.
Examina bien tu conciencia, todos los pecados uno a uno...

Me dormí.
Al despertar, oí una voz amiga.
Me decía:
No me has elegido tú. Te he elegido Yo a tí. Te he querido primero.

La cabeza encajaba perfectamente. No me dolía nada.
Sentí mi libertad subir desde el estómago como una fuerza de juventud.
Y volví a gritar otra vez:
¡Veo todo diferente! ¡Todo diferente! ¡Todo diferente!".

(Loidi, "Mar Rojo")

1 comentario:

Angel dijo...

como es tarde, estas palabras quizá no tengan mucho sentido pero las dejo fluir pues la confianza da lugar a la confidencia y es bueno también dejarse llevar por el puro sentir... y digo: una vez oí que hay por ahi unos hombres bonsai, una gente que no desarrolla posibilidaders, porque se vive encorsetada a cosas como el que dirán, la ley, cosas así... y a mi me da que los alambres con que se amarran esos deben de espino y tienen que doler, y por eso digo que deben estar narcotizados e insensibles con el corazón de corcho, sin peso (que no es lo mismo que flotar o rodar por las alturas) y también por eso mismo me alegra que haya detonantes y dinamite que reviente eso que nos encarcela y enaniza... y si para crujir ese muro (the wall) hace falta meterle a tope el sensoround como hacia Pink Floyd en su concierto, entonces mejor que mejor... sí, porque ya está bien de encoger en una patética caricatura al que es (o debería ser) la maravilla más grande delmundo... y Dios es el buen terrorista encargado de hacer ese trabajo de demolición, lo aplaudo con fervor y le pido, por favor, que hoy como en aquel tiempo se nos cuele en la vida (como se coló en la barca de Pedro o se invitó en la casa de Zaqueo o se tropezó en el camino de Emaús)y nos la ponga patas arriba... a ver si así, de una puñetera vez nos demos la oportunidad de ver la profundidad del cielo (nota: yo y tú alguna vez rezamos así)en vez de ver como miopes el suelo tan pedestre doblados (como aquella encorvada del evangelio)hasta solo respirar el polvo que mordemos...

Gravitar hacia la altura, levantar el corazón, ser leves y veloces como la luz son bonitas cualidades para el hombre nuevo... ya lo dijo Arquímedes en su teorema y vale para los icebergs de tonelage: uno vale (es una paráfrasis o traducción del físico enunciado) el mogollón de lo que despalaza, aunque (también es verdad que en física como en vida de gracia) no se vea más que una de las nueve partes de lo que pasa en el interior del corazón... ya sé que a estas horas no acabo de explicarme pero seguro que intuyes lo que quiero decir: siempre habrá una fuerza de "empuje" para sacar el fuego y el Espíritu que se nos inocula en el bautismo de la conversión cotidiana; detrás de cada gesto de amor (por pequeño que sea, aunque sea dar un vaso de agua fresca) digo, detrás hay una revolución del corazón, un rompimiento de alambres asesinos, un aleteo del Espíritu, un Aleluya que desafía los barrotes de la gravedad que nos entierra en esta tierra.

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