domingo, 24 de enero de 2016

Fuego

Cuentan que a François Truffaut le preguntaron una vez que, si se quemase el museo del Louvre, cuál de sus obras salvaría. Y él contestó que el fuego. Porque el fuego tiene vida. Todo lo demás es recuerdo, es pasado. Tiene su valor, indudablemente, pero el fuego está vivo, es presente. Me gusta esa idea: entre el pasado y el presente elijo el ahora, mi fuego. Su luz, su calor.

Fernando Franco dirigió el videoclip de "Fuego", de Vetusta Morla. Otra imagen preciosa de ese desprenderse de lo que nos tiene presos para poder ser de una forma más auténtica. Es verdad que da bastante miedo desnudarse de apariencias, abrigos, refugios, señales, vacunas, alarmas... Pero quizás merezca la pena apostar por ese fuego que guardo dentro, que es Vida ahora, que caldea la sangre de mis venas para que fluya el pulso, que da valor a este momento, a cada tecla que presiono con atención y consciencia. Siento frío en los dedos mientras lo hago, pero calor en mis entrañas, en mis emociones. Tanto el frío como el calor me hacen saber que ahora estoy viva. Y por eso, por estar viva ahora, una mañana más, un día más, doy gracias a Dios. Por eso... ¡y por el fuego!.


1 comentario:

Angel dijo...

Para mi esta canción transmite confianza. Fuego es no ese elemento destructor sino sinónimo de lo que Jesús quería para cambiar el mundo. Por eso hoy voy a contarte un cuento que dice cómo funcionamos los mayores y cómo lo hacemos al revés que tu Hadasita. Sí, nos las damos de gente madura. Pero aún civilizados no prendemos.
Vale. El cuento.
Esto era una vez un planeta imaginario, tipo los del Principito, que sale de la ciudad dura y gris de los hombres violentos, inhóspitos, corruptos etc. a buscar otro lugar que no esté contaminado, un lugar hogar donde pueda darse la felicidad y esas cosas de la utopía y los ideales imposibles.
Y ahí está haciendo camino. Marcha y marcha tranquilo, soñador, al aire fresco de la mañana. Le acompaña el trino de los pájaros y el hermano sol que también va siguiendo su camino. Y y van pasando las horas y nada a la vista. Allá atrás quedó el ruido, el estrés y lo demás del mundo moderno. De vez en cuando aparece algún grupo humano con sus cosas: un pequeño mercado al lado de una gasolinera, un caserío abandonado con algún grupo de mendigos que pelean por las miserias que encontraron en el basurero de las afueras. Sigue caminando... El sol sube a lo más alto y la jornada se hace dura. Hay que parar y el camino le ofrece un grupo de arboles y e rumor de una fuente, se detiene un momento, come sus viandas, se tumba un rato y le viene la tentación de detenerse. Se levanta y otra vez a caminar
Poco a poco descubre que este camino suyo es para los valientes, porque poco a poco se le hace presente la soledad al atardecer -cuando se nos examinará del amor- en el horizonte ve un bulto que no se distingue muy bien. De pronto se acuerda que por las tardes salen alimañas a por su presa. Y le entra miedo porque la que ve parece grande... Aún está lejos, puede hacer como que no tiene miedo y que se espante o puede que -como aún está lejos- la identifique y si ve peligro con la ventaja de la distancia, corra y se suba a un árbol del camino. Decide hacerse el valiente. El bulto se va haciendo algo más definido hasta aparecer una figura humana. Se siente aliviado. El caminante va tranquilo, pero a nuestro amigo, de repente le asalta otro temor. Aquí en este lugar inhóspito. ¿No será alguien desesperado? ¿algún fuera de la ley? ¿Y si es un atracado? Instintivamente se lleva la mano al cinto: allí tiene su daga. La tienta mientras echa sus cálculos: ¿Si muestro seguridad, puede que piense que soy también algún malavida como él? Si, me haré el duro. Pero por dentro tiembla. Lo que buscaba era un hogar, un lugar de paz. Le aterra la violencia. ¿Qué pasará? EL sol ya se oculto y sólo unos rayos pintan los dorados de las nubes. Es difícil ver la cara del otro. Dicen que el rostro es el espejo del alma y que se sabe por la expresión la intención que uno lleva... Su corazón late como si trotaran mil caballos. A veces el hombre es más cruel que los animales.
...
Esa noche el hombre encontró la paz, el hogar que tanto buscaba. Y fue de repente y en forma de regalo. Vio un brillo en la mirada y una sonrisa segura. Fue por sorpresa, de repente. SÍ, aquel rostro fue toda una revelación... Corrió el que antes era una sombra y chocaron los cuerpos, se oyeron risas en la tarde, la noche de repente se hizo día... aquel hombre le apretaba abarcándolo con un fuerte abrazo. ¿Cuánto tiempo había pasado? Se había decidido a salir a la aventura lo mismo que él y se habían encontrado.
Ya cuando los corazones se calmaron, casi como si susurraran una oración, removido aún por la alegría oyó que le decía alegremente: Hermano, ¿te acuerdas cuando chicos en casa de padre nos sentábamos junto al fuego a contarnos sueños y aventuras? Hagamos una buena fogata y entremos en la hora de las confianzas y las confidencias, contémonos sueños y añoranzas, ilusiones y proyectos. A nuestro hombre se le escapó una lágrima y también los pájaros del miedo. Y en el quicio de la puerta de su alma apareció... fuego. Y escuchaba aquella voz de su hermano, y un suspiro que le ardía allí en lo secreto.

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